2015 MAI. 17 EDITORIALA Líneas rojas que no rebajen el nivel de los retos de país EDITORIALA A estas alturas, no de la campaña sino de la historia, los partidos políticos solo engañan al que se quiere dejar engañar. Todo votante sabe que, dada la realidad sociopolítica vasca, votar a algunos partidos es apoyar a consorcios postelectorales. A falta de claridad por parte de algunos candidatos en este sentido, conviene adelantar escenarios de pactos. La responsabilidad es uno de los valores menos destacados y desarrollados de nuestro sistema político, y si bien impulsar esos escenarios y pactos es legítimo, también lo es pedir responsabilidad y sinceridad. Una honestidad de la que algunos políticos carecen. Una vez que la realidad se impone y los números cantan, los dirigentes políticos son capaces de romper sin ruborizarse lo prometido en campaña. Cuidado, no verbalizar ahora lo que se va a hacer después no es más honesto. Esa debería ser una línea roja infranqueable. En Euskal Herria el unionismo tradicional tiene una misión de Estado, aunque el cumplimiento de esa misión les impida tener un proyecto en el que la sociedad vasca sea la protagonista. Su objetivo es que Euskal Herria no sea lo que sus habitantes decidan. Por eso el PP hará lo que sea necesario para vetar o incluso echar a EH Bildu de donde los votantes la aúpen –lo ha hecho durante la última larga década por lo militar y no dudará en hacerlo por lo civil–. PSE y PSN harán lo que haga falta para maquillar su creciente irrelevancia política, aunque eso suponga aceptar el abrazo del oso que les ofrecen PNV y UPN. Sin olvidar que deben alimentar un gigantesco cuerpo burocrático adicto a los cargos de libre designación. Mikel Cabieces es la punta del iceberg. Los nuevos partidos estatales son una incógnita, pero solo hasta cierto punto. En Euskal Herria Ciudadanos adoptará lo más rancio de la retórica antiterrorista, centralista y campeadora, además de ser contenedor propicio para todo tipo de arribistas. Sueñan con ser factor en algún territorio, y el régimen también apuesta por ello. Al otro lado del tablero, parece evidente que en el Estado español la revolución cultural no vendrá seguida de la llegada triunfal y espontánea a Moncloa de Pablo Iglesias. Tras rasgar el bipartidismo pero no alterar la cultura política de la Transición en lo sustancial, los círculos de Podemos deberían recalcular sus plazos y las alianzas viables y efectivas para su proyecto. Lo lógico sería apostar por el cambio desde la izquierda, su origen real y su único destino posible. Ahí está la incógnita de Irabazi, IU… Pero su desconocimiento de eso que ellos llaman España cuando se aleja del corazón étnico metropolitano –con todos los adornos regionales que se quiera–, y presa de un miedo que cambia de bando frenéticamente según se acercan las elecciones estatales, su dirección y los representantes vascos tendrán mandatos distintos que colisionarán y deberán gestionar. Euskal Bidea o un nuevo túnel con PSE y PP Desde un punto de vista abertzale resulta descorazonador que sea el PP el que ponga condiciones para pactar con el PNV –por ejemplo, en Gipuzkoa, exige la retirada de Markel Olano y Eneko Goia, encharcados en el caso Bidegi–, mientras los jeltzales callan sobre si aceptarían el apoyo del partido de Mariano Rajoy para desbancar a EH Bildu en el probable caso de que en Gipuzkoa y en Donostia la coalición abertzale sea primera fuerza. Markel Olano afirma que mientras exista una pugna por la hegemonía abertzale no existe opción de desarrollar un trabajo común con EH Bildu por el derecho a decidir. Y lo dice como posicionamiento electoral en Gipuzkoa, en 2015 y a un mes escaso del masivo evento organizado por Gure Esku Dago en Anoeta. Dicho posicionamiento sería aceptable si añadiese que, dada la ideología y la práctica política centralista y antidemocrática de las fuerzas unionistas, de la que son prueba las «constantes injerencias al autogobierno» que denuncia el portavoz de Lakua, Josu Erkoreka, tampoco hay opción de pactos con PSOE y PP. Eso supondría un compromiso para que gobierne el que más votos logre en ese territorio. Pero no lo dice, evita decirlo. Esas parecen las líneas rojas de Olano: nada con EH Bildu, lo que haga falta con el resto. Una apuesta extraña, guiada por obsesiones y temores, planteada con tono nervioso. Este es el momento histórico en el que las fuerzas abertzales van a tener la opción de gobernar en más instituciones. Con un Estado en descomposición, sin inteligencia política ni oferta para la sociedad vasca, no es comprensible que esa mayoría democrática no se haga efectiva. La confrontación de modelos debe conducir a acuerdos sobre las cuestiones estratégicas para el país y sus gentes, no debe ser excusa para no buscar esos acuerdos. De esto deberían tratar estas elecciones.