2015 IRA. 07 GAURKOA La fierecilla domada Antonio Alvarez-Solís Periodista Cuando Petruchio gana la apuesta de cien coronas tras demostrar que Catalina, su esposa, es la mujer más obediente de todas tras su pasado de intemperancia y rebeldía, mi lectura de Shakespeare gira hacia la imagen de Felipe González al escribir su impúdica carta a los catalanes. El Sr. González es el ejemplo más rutilante de fierecilla domada. Tuvo una soltería política repleta de trampas pícaras, hipócrita y políticamente inmoral. Y ahora, tras su boda con el poder financiero, se ha vuelto sumiso, pacato, decididamente cínico. Dice cosas como esta: «El Sr. Mas se coloca fuera de la legalidad». ¡Increíble que el Sr. González pueda hablar de actuaciones fuera de la legalidad! Sí, ese caballero que en tiempo de los GAL se permitió obviarlos implícitamente con la inolvidable frase de que «el Estado tiene sus desagües». Con esa frase desnudó un alma que había trazado ya su ruta moral desde el contubernio de Suresnes, en que intervino el mismo Estado franquista dificultando la llegada a aquel congreso socialista de los llopistas y de los redondistas del interior y facilitando el paso de la frontera a los llamados socialistas de la Hermandad Obrera de Acción Católica andaluza. Congreso en el que el PSOE acordó «la conquista del poder político y económico por la clase trabajadora y la transformación de la sociedad capitalista en sociedad socialista». Contubernio que se prolongó con la ayuda de los Estados Unidos mediante el canciller alemán Willy Brandt, que finalmente repudió al Sr. González. ¿Cómo puede hablar de legalidad y legitimidad un hombre que viajó al Méjico del presidente Echevarría para desmontar lo que quedaba de la República Española, abatida contra toda ley por un puñado de generales que ordenaron incluso la ejecución sumaria de muchos de sus compañeros leales a su juramento y bandera? De aquella triste jornada mexicana, en que el PSOE logró un sustancioso apoyo monetario, me habló uno de los dos importantes masones españoles que asistieron a la entrevista sin que el Sr. González supiera quiénes eran, el ya fallecido Francesc Molins, del Gran Oriente español. El otro testigo era hijo de Blasco Ibáñez. Masones que también me relataron como el Gran Oriente había rechazado en su tiempo el ingreso de Francisco Franco en la masonería, pese al apoyo que le prestó su hermano el aviador, muerto más tarde oscuramente. ¿Cómo puede hablar de legitimidad un político que protagonizó la carnavalesca campaña antiOTAN del «De entrada, no», convertido en una descarada «de salida, sí», con burla final de las cincuenta razones esgrimidas en principio y mentirosamente por el propio PSOE para no vender España a la imperialista organización militar? Aquella campaña que recordamos emocionadamente el puñado de ciudadanos –la mayoría fallecidos ya– que formamos los comités anti OTAN y que fuimos atacados e insultados desde la derecha y desde la «izquierda». ¿Cómo puede escribir una carta a los catalanes un dirigente socialista que afirma con absoluta injuria que los movimientos de los soberanistas catalanes le recuerdan «la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado»? ¿Es que los soberanistas catalanes rinden culto a la memoria de Hitler o Mussolini y persiguen los objetivos de aquellos grandes genocidas? ¿Cómo se puede exhalar tamaña ofensa cuando los catalanes figuraron entre los que combatieron con mayor sacrificio a los fascistas alemanes e italianos aliados con el fascismo español? ¿Olvida el Sr. González los feroces bombardeos fascistas de Barcelona? ¿Cómo puede alguien que no esté al radical servicio de los imperialistas afirmar que el afán independentista de Catalunya contradice el hecho de que «vivimos en la sociedad más conectada de la historia»? ¿Conectados con quién? A la vista del creciente empobrecimiento del mundo por la explotación de que nos hacen objeto las corporaciones financieras e industriales ¿se puede enaltecer la globalización en cuyo polo norte se ha sentado el propio Sr. González? Repase este socialista secundum modo los consejos de administración en que está sentado sin aportar más que su voz de cortesano y transmisor de órdenes. Si logra tomar distancia desde su conciencia a su realidad social y política ¿puede presentar su carta como un documento por la libertad y la convivencia? Sr. González, si salir de España equivale a establecer la distancia debida con usted habrá que salir de España. Esto se lo dice uno de los últimos testigos con vida del vergonzoso festival de la llamada transición, esa siniestra maniobra merced a la cual una cifra elevada de españoles ha vuelto a ganar por segunda vez la misma guerra. Al menos, Sr. González, podría haber esperado que muriésemos esos pobres y olvidados viejos para hacer público tan detestable documento. Usted, Sr. González, pertenece a esa tradición española en que la verdad y la limpieza espiritual apenas valen un plato de lentejas. Lo que me pregunto es lo que ahora persigue con ese papel que, además, suena a vacío, a recompensa de algo en diferido. ¿Qué busca usted con esa carta? ¿A qué compromiso se debe en esta ocasión? Me huele a sahumerio alemán, a toque americano o a indicación corporativa. España cae una y otra vez en las trampas loberas en que son especialistas los políticos como usted. No le ha importado, incluso, poner en una situación muy difícil a sus compañeros del Partit dels Socialistas de Catalunya, a los que ahora mismo es posible que les pregunten por la calle por qué ha comparado usted a tantos y tantos catalanes con los fascistas que les desangraron en el 36. La memoria histórica es algo más que una falsificación hecha por unos intelectuales barrocos. La memoria histórica funciona imprescriptiblemente en el alma de los pueblos revelándoles su verdadera identidad y recordándoles mil vejaciones distintas. Esas vejaciones que a mí me avergüenzan como inevitable ciudadano español. Vejaciones diarias en los comunicados a los periódicos, sin que nadie entienda en ellos que se trata de verdaderos delitos por sus infamantes afirmaciones o incluso incitaciones a la violencia más radical. Hace poco leía en un periódico de Madrid, que se precia de una modernidad inteligente, el correo de un ciudadano que hablaba de turnos para actuar en pelotones de ejecución. A ese ciudadano debería usted, Sr. González, escribirle la carta correspondiente y no a unos catalanes que solo pretenden dos cosas: comprobar la profundidad de su nacionalismo y actuar después en consecuencia. ¿Acaso en esas dos pretensiones encalla el sentido español de la libertad? ¿O es que verdaderamente esa libertad sólo sirve para moverse entre las alambradas de la granja? Hablemos con un mínimo de elegancia política, Sr. González, y no como los jayanes que, tal como retrató genialmente Goya, dirimen sus diferencias enterrados hasta la cintura y a estacazo limpio. Esa carta suya, Sr. González, ha de revolver las entrañas de muchos catalanes a los que usted, con imperiosa decisión, ha expulsado hacia la inanidad política siguiendo la doctrina y el comportamiento de la Sra. Merkel, la reconstructora de la Alemania agresora y dominante. ¿Por qué ha hecho usted eso, que clausura su intención de ser una figura histórica que ha conducido a España hacia una democracia que, de verdad, ya no engaña a nadie que opere con una inteligencia realmente tal? El Partido Socialista Obrero Español, que trata vanamente de renacer, ha sido retornado por usted a un Suresnes lamentable que ya no quiere recordar nadie en esa izquierda que ofrece su chatarra ideológica en un Rastro lastimoso. Usted, Sr. González, pertenece a esa tradición española en que la verdad y la limpieza espiritual apenas valen un plato de lentejas. Lo que me pregunto es lo que ahora persigue con ese papel que, además, suena a vacío, a recompensa de algo en diferido