GARA Euskal Herriko egunkaria

Esparza se impone gracias a la pérdida de apoyo de Salanueva

Javier Esparza será el nuevo presidente de UPN tras lograr ayer el 57% del apoyo de los afiliados del partido. Votaron 1.316 personas, un 25% menos que en la disputa entre Yolanda Barcina y Alberto Catalán de 2013. Salanueva solo recibió el apoyo de 504 personas (38%), mientras que María Kutz se confomó con el 4%.


Los afiliados de UPN han visto cómo en las pasadas elecciones lo han perdido todo, pero aun así ayer tomaron la decisión de no cambiar nada. En la Asamblea para escoger a la persona que sustituiría a Yolanda Barcina como presidenta del partido, el 58% (750 personas) optaron por el candidato que les llevó al desastre electoral, Javier Esparza. Su rival Amelia Salanueva se llevó un enorme batacazo al conseguir tan solo el apoyo de 504 personas, un resultado muchísimo peor que el que obtuvo cuando actuaba a la sombra de Catalán. Las posibilidades de la tercera candidata, María Kutz, nunca fueron demasiado creíbles y por eso sus votantes han sido residuales (51 apoyos, que equivalen al 4%)

La disputa entre Esparza y Salanueva se ha caracterizado, sobre todo, por anodina. Los dos aspirantes no entraron a ninguna discusión de fondo. Lo más grave de la campaña fue el momento en el que Salanueva recordó que Esparza tenía un halo de perdedor. Y es que resulta notorio que apenas hay diferencias políticas entre ambos. Al contrario, se trata más bien de los líderes de distintas facciones dentro del partido que buscan colocarse dentro más que dar ningún tipo de volantazo ideológico. Al final, esto se ha notado a la hora de las votaciones.

Lo que dejan traslucir los resultados es que ha cundido cierto desánimo dentro del partido. Lejos de aprovechar la ocasión para castigar a uno u otro bando, un sector importante de los militantes prefirió quedarse en casa. Con respecto al Congreso de 2012, ha dejado de votar uno de cada cuatro votantes (1.316 frente a 1.750 en 2012). Y eso a pesar de que, a diferencia de la elección anterior, ayer no fue necesario trasladarse hasta Iruñea para depositar el voto, ya que se colocaron otras cuatro mesas electorales. Finalmente, casi la mitad de los afiliados votaron en Iruñea (574) y la segunda ciudad clave fue Tutera, con 372 votantes. En Lizarra, pueblo del que es originaria Salanueva votaron 174 personas, un número muy similar al que registró Tafalla, donde hubo 160. La poca implantación de UPN en el norte se apreció en la mesa de Elizondo, a la que únicamente acudieron 36 personas.

El bajón en la participación ha sido letal para las aspiraciones de Salanueva. Cuando la senadora formó parte de la lista que presentó Alberto Catalán, obtuvo 807 votos para la Secretaría General del partido y estuvo a punto de arrebatársela a Óscar Arizcuren. Si Salanueva hubiera conseguido mantener este nivel de apoyos, hoy hubiera sido elegida presidenta del partido, pero en estos dos años y medio ha perdido el 40% de esos simpatizantes.

Un presidente para ocho meses

La elección de ayer no cierra el debate sobre cuál será a partir de ahora el rumbo de UPN. De hecho, Esparza solo ha conseguido una tregua de apenas unos meses. La clave está en que, en lugar de celebrarse un Congreso Extraordinario tras la debacle electoral, Yolanda Barcina prefirió activar una vía intermedia adelantando su dimisión para, de este modo, controlar mejor su sucesión.

Los estatutos de UPN dicen que el partido solo puede estar dos meses sin presidente. Al dimitir, Barcina obligó a la celebración de una asamblea a contrarreloj pero solo para buscarle un sustituto, no para renovar el resto de cargos. Ahora, Esparza es nuevo presidente gracias a haberse impuesto en esa asamblea y su mandato está limitado hasta el siguiente Congreso, que tocaría a principios de 2017. Pero, en realidad, el mandato de Esparza será más corto todavía. En la asamblea de ayer, además de elegir presidente, se acordó que en los primeros seis meses del año que viene se celebrará un Congreso Extraordinario para renovar todos los cargos (hubo 1.205 votos a favor del adelanto y 40 en contra). Por tanto, Esparza tendrá que pasar una reválida antes de que pasen ocho meses.

Sus primeras palabras como presidente del partido fueron un llamamiento a la unidad. «Necesitamos la participación de todo el mundo», afirmó. Aseguró que su tarea principal ahora es preparar ese congreso e insistió en las claves que, a su entender, definen a su partido. Según Esparza, UPN es una formación «conservadora en valores, progresista en lo social y liberal en lo económico». De cara al futuro, el nuevo presidente señaló que el partido debe ubicarse en la «moderación», aunque dijo que hay cosas que defenderán con «firmeza».

Por de pronto, su primer mensaje de carácter político estuvo centrado en la Ley de Símbolos. Aseguró que, si el nuevo Parlamento decide quitar la prohibición que impide que ondee la ikurriña en los ayuntamientos, cometerá un «maltrato» sobre la bandera navarra. También señaló que no permitirán «que nadie eche por tierra todo este trabajo realizado estos 20 años en el Gobierno».

La primera declaración política de cierto peso que realizó el presidente fue cuando le preguntaron cuáles son sus planes para las generales. Esparza no cerró la puerta expresamente a una alianza con el PP, pero parece que la tiene ya prácticamente descarta. «UPN tiene que tener voz propia en Madrid y también cintura suficiente como para poder pactar con PP, PSOE y también con Ciudadanos», dijo.

En cuanto a la jornada de votaciones, fue llamativo que UPN no revelara cuántas personas tenían derecho a votar, aunque su militancia supera las 3.500 personas. El partido no dejó a los fotógrafos acceder a la zona de votación y remitió fotos desde su servicio de prensa. El recuento también sufrió importantes retrasos. Estaba previsto dar el ganador a las 13:30 y se alargó casi hasta las tres de la tarde. UPN pidió disculpas, pero no explicó el porqué.