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JO PUNTUA

Traidoras de género


Las mujeres que pertenecemos a una comunidad étnica o nacional oprimida y por cuya liberación también luchamos, siempre hemos estado bajo sospecha de no ser tan feministas como aquellas que no necesitan defender a su país o a su pueblo. Lo he presenciado muchas veces, cuando daban por hecho que era una de ellas. Claro que esa complicidad en la cumbre quedaba rota en cuanto yo abría la boca. La acusación siempre ha sido de ellas hacia nosotras, como si los hombres de nuestras comunidades nos retuvieran, nos embaucaran, nos impidieran aspirar a la emancipación que ellas gozan y que desean para todas las mujeres. Y nuestra lealtad hacia la comunidad oprimida a la que pertenecemos es señalada precisamente como un freno, no sólo para nuestra propia liberación, sino también para la liberación colectiva de todas las mujeres.

Así, las feministas negras, moras, indígenas, gitanas o abertzales hemos sido señaladas a menudo y encubiertamente como traidoras a nuestro género por aquellas que pretenden que traicionemos a nuestro pueblo. No es casual que el feminismo que insiste en que nos unamos todas sólo contra la opresión de género venga de mujeres blancas que no proceden de un pueblo perseguido ni colonizado. La historia del feminismo rebosa de gestas prodigiosas, pero también hay episodios viles que conviene no tapar. Angela Davis descubrió que, una vez abolida la esclavitud tras la guerra, gran parte de las sufragistas blancas rompieron sus alianzas con la comunidad negra y empezaron a argumentar su reivindicación del voto femenino como salvaguarda de la hegemonía blanca. El sufragismo en EEUU se puso al servicio del supremacismo blanco.

Porque ellas también tienen patria, aunque nunca lo reconozcan. La diputada por Podemos de Madrid e histórica activista LGTB Beatriz Gimeno recomendaba este pasado 12 de octubre que no se hiciera una lectura tan severa de la conquista de América. Semejante perla sólo puede salir de la boca de una española. Y ahora que España está más cerca que nunca de perder sus últimas colonias, volveremos a ser unas traidoras. Y a ellas las veremos poseídas con más rabia que nunca por el espíritu imperial de Isabel la Católica.