2015 AZA. 05 GAURKOA Al borde del camino Este artículo de Félix Placer supone una denuncia contundente a las triunfalistas valoraciones hechas por Mariano Rajoy en este fin de legislatura. Unas valoraciones que no duda en situar en objetivos meramente electoralistas, por contravenir la realidad de millones de personas situadas «en la cuneta» por la política económica del PP. Félix Placer Ugarte Teólogo Cuando se mira la realidad social y se valora la situación económica con un solo objetivo y la política se orienta en una única dirección, resulta imposible percibir lo que está en la cuneta de la sociedad. Por eso cuando el presidente del actual Gobierno alardea de una legislatura en la que «España ha demostrado su energía y enorme capacidad para superar la mayor crisis, sin que nadie quedara al borde del camino», está mostrando que las orejeras del capitalismo neoliberal le impiden ver y mirar a quienes se encuentran marginados del bienestar básico como consecuencia de su mandato. No es necesario aportar muchos datos para mostrar los resultados de una política económica que afirma triunfalmente haber superado la crisis, pero donde la pobreza se extiende en todos los sectores sociales de manera alarmante. El paro afecta a más de cuatro millones de personas y continúa aumentando, pasados los empleos temporales del verano. El trabajo precario y temporal es la norma empresarial, y un elevado número de personas vive abocada a la inseguridad permanente, con hipotecas impagables. La pobreza infantil es un escándalo, humanitario, social y político. El riesgo de pobreza y exclusión social ha alcanzado elevados niveles en casi todas las comunidades autónomas, y numerosas familias viven hoy en situación continua de angustia, sin poder llegar a fin de mes. Sin embargo, el coche presidencial y su séquito transita a alta velocidad por la autopista del neoliberalismo, protegido por vallas, controles, vigilancia que impiden y se encargan de que nadie obstaculice su viaje, ¿hacia dónde? Ciertamente, no hacia la equidad, la justicia, el bien común, el bienestar repartido y la calidad de vida sin excepciones. Menos aún hacia una distribución equitativa de la riqueza, que se ha incrementado con la crisis en algunos bolsillos y ha hundido en la precariedad a un elevado número de ciudadanos y ciudadanas. Como es sabido, el número de millonarios ha aumentado en un 40% y solo con la cantidad acumulada en menos de veinte fortunas del Estado se podrían resolver muchas situaciones de hambre, pobreza y exclusión. En consecuencia el Estado de bienestar se está deteriorando sin límites, ya que las últimas legislaturas han reducido recursos públicos de prestaciones sociales para costear un sistema que pone en primer lugar los beneficios bancarios, el mantenimiento de la partitocracia y favorece formas corruptas de acumulación de riqueza. En este proceso excluyente, donde tantas personas quedan al borde del camino, no podemos olvidar la vulneración sistemática de derechos humanos en los lugares que la mayoría olvida: las cárceles y las personas allí recluidas, donde los presos y presas alejados de su lugar de origen son privados del cumplimiento de la legalidad que dicta la libertad para los gravemente enfermos y para quienes han cumplido ya las tres cuartas partes de su condena. Y, por supuesto, el problema de inmigrantes y ahora de los refugiados, que lejos de resolverse humanitariamente se enquista y endurece con criterios puramente económicos y egoístas, ya que se consideran un obstáculo, cuando no un peligro para la riqueza del país. Ante este panorama conocido y denunciado por numerosas organizaciones, grupos afectados y movimientos sociales, las triunfalistas afirmaciones del presidente Rajoy al hacer balance de sus legislatura solo se explican por su ofuscada carrera hacia unas elecciones que impiden ver y reconocer lo que cualquier persona honesta, pero sobre todo los millones de ciudadanos y ciudadanas, perciben y sienten. Desde el borde del camino del paro, del desahucio, la precariedad, la vulnerabilidad, la exclusión y marginación, desde las cárceles escuchan estupefactos e irritados palabras presidenciales que son un sarcasmo en medio de su sufrimiento y de la injusticia padecida, a la que precisamente esta legislatura les ha conducido y que ahora se presenta en boca de su presidente, como un triunfo de la nación española. Ante este maquiavélico alarde electoralista, es necesario escuchar la reacción social que se ha hecho oír en varias ocasiones a lo largo de este mandato político que se pretende renovar sin cambios y con las mismas coordenadas que nos han conducido a la actual situación. Para ello, una condición imprescindible radica en ver y mirar la realidad social desde y con los ojos de quienes sufren sus consecuencias negativas en la vida de cada día. Ante los que ven todo desde su prepotencia económica y política y se encuentran cómodos en la envolvente globalización neoliberal de la que se benefician exclusivamente, hay que retomar las palabras de Benedetti: «No te quedes inmóvil/ al borde del camino/…/ no te quedes sin labios/ no te duermas sin sueño/ no te pienses sin sangre/ no te juzgues sin tiempo». Es, sin duda lo que muchos colectivos, movimiento sociales, organizaciones, alternativas… están realizando ya en el Estado español, en Euskal Herria, en tantos lugares del mundo que tratan de transformar una situación sin futuro para el mundo pobre. Con palabras contundentes lo decía el papa Francisco hace unos meses en Bolivia, llamando a ver y reconocer «el castigo de la tierra, de los pueblos y de las personas de un modo casi salvaje a causa de la ambición desenfrenada de dinero que gobierna; donde el servicio para el bien común queda relegado porque el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos. Porque cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo». Por ello su mensaje insistente: «Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Hay que decirlo sin miedo. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra». Sus denuncias son un eco de quien, al ver y oír el clamor del pueblo oprimido, «anunció la liberación de los pobres y la libertad de los cautivos, la vista a los ciegos», como entraña de su evangelio de esperanza. Estamos, ante el desafío de una «gran transformación», alternativa a la originada por el capitalismo. Abarca no solo el paso a otra economía de mercado y de consumo, sino de sostenibilidad, de ecología, de concepción y relación de las personas y pueblos que habitan en la casa común de la tierra. Para ello hay que empezar por otra visión de la vida y de la felicidad, desde el borde del camino de la explotación, de la pobreza, de la indigencia, de la marginación y exclusión que afectan a numerosos pueblos y a masas ingentes, víctimas del sistema neoliberal. Desde esta visión honesta de la realidad surge el clamor contra múltiples injusticias económicas, sociales, ecológicas, culturales, políticas que denuncian discursos presidenciales y buscan la dignidad para personas y pueblos en el respeto de todos sus derechos. Las triunfalistas afirmaciones del presidente Rajoy al hacer balance de legislatura solo se explican por su ofuscada carrera hacia unas elecciones que impiden reconocer lo que cualquier persona honesta percibe y siente