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Balance de las segunda vuelta de las regionales

Tras analizar el resultado de las elecciones regionales en el Estado francés y los movimientos de cada vertiente política, el autor concluye que se está asistiendo a final de la preponderancia de las coaliciones de izquierdas y derechas con la entrada de la extrema derecha, que se está consolidando con un electorado cada vez más convencido.


La segunda vuelta de las elecciones regionales en el Estado francés ha estado marcada por un notable incremento de la participación, con el 58,53% frente al 49% en la primera vuelta, es decir un aumento del 9,53%. Ese incremento se debe fundamentalmente a los electores de izquierdas que se han movilizado en mayor medida, bien para apoyar a sus candidatos clasificados para la segunda vuelta, bien para seguir las consignas de voto lanzados tanto por el Gobierno de Valls como por el Partido Socialista a favor de los candidatos de la coalición formada por Les Républicains, UDI y Modem en las regiones en las cuales el Frente Nacional había obtenido sus mejores resultados. En ese sentido, el «frente republicano», aunque sea unilateral, ha desempeñado su labor de contención del partido de extrema derecha. Adentrémonos en los resultados obtenidos por cada una de las listas.

La derecha y el centro-derecha llegan en primera posición tanto en votos (40,24%) como en número de regiones puesto que sus listas han ganado en 7 de las 13 regiones en juego, entre las cuales figura la simbólica y poderosa región Île-de-France. Si estos resultados suponen un claro auge con respecto a los comicios de 2010, donde la derecha solo cosechó dos de las 22 regiones, se trata de una victoria con sabor agridulce, dado que el aumento no es significado en votos y porcentajes y, sobre todo, porque su victoria en dos de las siete regiones obtenidas se debe a la retirada de las listas del Partido Socialista-Partido Radical Socialista y al llamamiento hecho por los líderes socialistas de votar a favor de los candidatos de derechas. Más allá, la línea dura encarnada y defendida por Nicolas Sarkozy que consiste en apropiarse temáticas y discursos de la extrema derecha con la esperanza de atraer a parte de sus votantes ha mostrado sus límites y está generando una viva controversia en el seno de su partido. Líderes de la talla de Juppé, Raffarin y Kosciusko-Morizet se han mostrado críticos con esta estrategia y, algunos de ellos, cuestionan abiertamente el liderazgo de Sarkozy; más aún teniendo en cuenta que se inicia la campaña por las primarias que designará el candidato de la derecha en las próximas elecciones presidenciales.

El Frente Nacional, por su parte, fue el claro vencedor de la primera vuelta, pero no ha conseguido transformar el ensayo haciéndose con una o dos regiones. De hecho, a pesar de haber conseguido el 28% de los sufragios y haber superado el 40% de los votos en Nord-Pas de Calais-Picardie y PACA, no gobernará ninguna región. No en vano, consigue afianzar su implantación e incluso ampliar su electorado puesto que ha conseguido 6,82 millones de votos, es decir 810.000 sufragios más que en el primera vuelta, y supera así el récord histórico que obtuvo la formación frentista en las elecciones presidenciales de 2012 donde Marine Le Pen cosechó 6,42 millones de votos. Gracias a estos resultados de la segunda vuelta, el partido de extrema derecha incrementará notablemente su representación institucional en los Consejos Regionales pasando de 118 a 358 electos regionales. Eso le permitirá proseguir con su estrategia de implantación local y regional y con su objetivo de «notabilizar» a sus cargos electos. Las declaraciones realizadas por los principales responsables políticos durante la noche electoral fueron especialmente prudentes y matizadas, evitando cualquier euforia y siendo plenamente conscientes del significado de estos resultados.

En cuanto a la izquierda, liderada por el Partido Socialista, si bien ha evitado la debacle que predecían los sondeos previos a los atentados de París, ha perdido buena parte de su poder regional, dado que debe conformarse con gobernar cinco regiones, lo que supone un claro retroceso con respecto a las elecciones regionales de 2010 donde se hizo con 20 de las 22 regiones metropolitanas. De hecho, si bien mantiene las regiones de Bretaña (51,41%), Aquitaine-Limousin-Poitou Charentes (44,27%), Languedoc-Roussillon-Midi-Pyrénées (44,81%), Centre-Val de Loire (35,43%) y Bourgogne-Franche Comté (34,68%), pierde algunos de sus feudos históricos como la región Norte. Además, al retirar sus candidaturas en las regiones PACA y la citada Nord-Pas-de-Calais-Picardie, carecerá de representación institucional en ambas regiones, dejando el papel opositor a la extrema derecha. Si la cultura política antifascista le ha permitido movilizar a su electorado y mantener cierta representación electoral, estos comicios han puesto de manifiesto la pérdida por los partidos de izquierdas de su anclaje sociológico y de su electorado tradicional representado por los obreros y empleados que han votado masivamente a favor del Frente Nacional.

Por último, cabe señalar la clara victoria de los nacionalistas en Córcega donde, por primera vez, la fusión de las listas autonomistas e independentistas lideradas por Simeoni y Talamoni han permitido a los nacionalistas corsos hacerse con las riendas de la Asamblea Territorial. La ampliación de su apoyo de la primera vuelta, tanto en votos como en porcentajes, cosechando el 35,34% de los sufragios, le permite conseguir 24 escaños, a dos escaños de la mayoría absoluta. Entre las dos vueltas, la lista nacionalista ha incrementado su voto en 20.000 sufragios, con el 45% en Bastia, donde Simeoni es alcalde, y con un aumento de 2.000 votos en Ajaccio.

En definitiva, la segunda vuelta de las elecciones regionales galas ha confirmado las tendencias de la primera vuelta que indican el final progresivo de la preponderancia de las coaliciones de izquierdas y de derechas que se han repartido el poder desde la instauración de la Quinta República en 1958. El voto de extrema derecha, que se consolida por encima del 25%, ha dejado de ser un mero voto de protesta para convertirse, igualmente y cada vez en más, en un voto de adhesión. Prueba de ello es que el voto frentista es el más motivado, cuando históricamente se movilizaba menos de la media al estar compuesto por jóvenes, con escasa cualificación, mal insertados profesionalmente y residentes en los suburbios desfavorecidos de las grandes ciudades. En los últimos tres años, bajo el liderazgo de Marine Le Pen, ese electorado se ha ampliado y diversificado, de modo que el Frente Nacional es una de las tres principales formaciones políticas galas que aspira a clasificarse para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en 2017.