2016 URT. 03 OFENSIVA TURCA CONTRA LOS MEDIOS El hombre tras la historia del PKK Todo periodista que ha visitado el bastión del PKK durante los últimos años conoce a Zagros Hiwa. El posibilita el trabajo de los informadores en las montañas de Qandil. Karlos ZURUTUZA Qandil Siempre que las circunstancias lo permiten, Zagros Hiwa responde al teléfono o al e-mail. Hay que avisar con tiempo para que el enlace de prensa del PKK pueda concertar las entrevistas con la guerrilla. A menudo, los mandos necesitan días para atravesar las montañas y reunirse con la prensa. Acostumbrado a esa labor de mediador, Hiwa vacila antes de darnos la entrevista. Pero logramos convencerle de que su historia también merece ser contada. Desde un lugar sin determinar de Qandil, Hiwa recuerda que nació en Kurdistán Este (bajo control de Irán) hace 40 años. Pese a ser muy joven cuando estalla la revolución que sacudió el país en 1979, dice conservar una imagen muy viva de aquellos años: «Recuerdo a la gente huyendo cuando el Ejército entró en Kurdistán; recuerdo las ejecuciones en las calles… Tuvimos que abandonar nuestra aldea para ir a la ciudad, a Sanandaj», relata Hiwa, remontándose a los inicios de la década de los 80. A pesar de que los kurdos de Irán habían participado activamente en el levantamiento que derrocó a Mohamad Reza Palevi, el nuevo liderazgo del ayatolá Jomeini reprimió duramente la oleada nacionalista kurda tras la caída del sátrapa que había gobernado desde 1941. Fueron años difíciles en los que los padres de Hiwa, ambos campesinos, apenas contaban con recursos para mantener a sus siete hijos en la ciudad. Contra todo pronóstico, Hiwa se forjó su propio camino a través de una vía inesperada. «En la escuela tuve un muy buen profesor que me transmitió el interés por el inglés», recuerda el combatiente, quien acabaría licenciándose en Filología Inglesa por la Universidad de Sanandaj en 1996. Era ya profesor de Secundaria cuando obtuvo un posgrado en Enseñanza del Inglés como Lengua Extranjera. Muy a su pesar, aquel sería el final de su hasta entonces brillante trayectoria académica. «Aprobé el examen para desarrollar mi tesis y doctorarme en la Universidad de Shiraz, pero fui finalmente descartado cuando la Comisión de Supervisión dictaminó que podía ser una amenaza para el Estado», recuerda el guerrillero. Ser kurdo y suní, añade, es un doble hándicap en un país gobernado por y para los persas chiíes. El lingüista kurdo difícilmente podía imaginar que la próxima vez que pisaría una clase sería en el macizo de Qandil. Las montañas Explica que se empezó a plantear «seriamente» la posibilidad de unirse a la guerrilla tras el complot internacional para arrestar a Abdullah Oçalan en 1999. El fundador y líder encarcelado del PKK fue apresado en Nairobi, tras una operación en la que la Inteligencia turca contó con la colaboración de diversos servicios secretos occidentales. «En Oçalan vi reflejada la soledad del pueblo kurdo frente al mundo. Tras leer sus libros y participar en muchas discusiones, decidí unirme al movimiento en 2001», recuerda el guerrillero. Ya como un recluta más, Hiwa recibió entrenamiento militar y clases de pensamiento político durante el periodo habitual de tres meses. Desde entonces, asegura haber hecho casi de todo: desde combatir a cielo abierto hasta instruir a los recién llegados en las aulas de la guerrilla en las montañas. En 2013, fue nombrado responsable de Comunicación del PKK, relevando a Roj Welat. Su misión consiste en redactar notas de prensa y asistir a todos los informadores que se acercan hasta aquí. Su número, apunta, ha aumentado «significativamente» desde la irrupción del Estado Islámico en la región, en la primavera de 2014. Uno de los más habituales ha sido Wladimir van Wilgenburg, periodista y uno de los analistas más respetados sobre el conflicto kurdo. «El PKK se esfuerza en hacer llegar su mensaje porque tiene que competir con el Gobierno turco, el cual tiene un acceso mucho mayor a agencias y medios de prensa», traslada a GARA el experto holandés. David Meseguer, editor jefe de Vicenews en español también ha trabajado con Hiwa. El periodista catalán asegura que los casos de colegas con malas experiencias en los bastiones de la guerrilla son poco frecuentes. Pero no ocurre lo mismo en otras partes de Kurdistán. «Mohamed Rasúl, uno de nuestros reporteros, lleva encarcelado en Turquía desde hace más de cien días tras ser acusado de colaborar con el ISIS, y de hacer propaganda para el PKK, posteriormente», explica Meseguer a GARA. Rasúl fue detenido en Amed (Kurdistán Norte) en agosto junto a otros dos periodistas de Vicenews cuando cubría los enfrentamientos entre el Movimiento de la Juventud Revolucionaria y Patriota YDG-H (milicia urbana kurda) y las fuerzas de seguridad turcas. «Paradójicamente, hoy es más fácil trabajar en las montañas Qandil que en las ciudades kurdas de Turquía», denuncia Meseguer. Tras la ruptura en julio del último alto el fuego unilateral declarado por el PKK, Kurdistán Norte sufre la mayor ofensiva militar en décadas. Localidades como Cizre, Nusaybin o Diyarbakir permanecen bajo toques de queda durante los cuales se hostiga a su población incluso con ataques aéreos. Miguel Fernández Ibáñez, colaborador de GARA establecido en Ankara, es uno de los pocos periodistas que han informado desde las montañas y las ciudades kurdas en 2015. El reportero madrileño corrobora la lectura de Meseguer: «La de Qandil es una de las historias más fáciles de cubrir dentro del conflicto kurdo siempre que se haya contactado con Hiwa con antelación para organizar la visita. Por el contrario, cuando trabajo en las capitales kurdas del norte soy consciente de me arriesgo a ser golpeado por la Policía, deportado o, en el peor de los casos, condenado a prisión», explica Ibáñez a GARA, subrayando que los riesgos son aún mayores para los periodistas locales. El pasado día 21, el Ministerio de Justicia turco publicó una lista con los nombres de 32 periodistas hoy encarcelados en Turquía. Fuentes gubernamentales esgrimían que únicamente tres de ellos contaban con acreditación de prensa oficial. Pero ni siquiera la distintiva tarjeta de prensa amarilla se antoja un salvoconducto eficaz. El 1 de diciembre, Reporteros sin Fronteras exigía la liberación de dos conocidos periodistas turcos acusados de «colaboración con organización terrorista». «El sistema judicial turco parece procesar a periodistas con más frecuencia que a los propios miembros del Estado Islámico», denunció en un comunicado su secretario general, Christophe Deloire. De vuelta en Qandil, Hiwa lamenta no sentirse sorprendido ante la feroz campaña de acoso a la prensa. «Arrestar a periodistas por motivos arbitrarios o fabricando pruebas falsas es característico de todo régimen fascista», denuncia el guerrillero. «La campaña de acoso a la prensa, el asedio sobre las ciudades kurdas del norte y el reciente despliegue de tropas turcas en Mosul no son sino las últimas pruebas del golpe de Estado que Erdogan (el presidente turco) ha dado en Turquía, y de la crisis que ha provocado en Oriente Medio», acota tajante. Por el momento, Hiwa dice seguir concentrado en asistir a la marea de informadores que contactan con el por las vías habituales. Lamenta que algunos vengan «para confirmar sus prejuicios», pero insiste en que la mayoría de los periodistas cuenta la verdad. Y eso, dice, incluye también a los turcos. «Yo sabía muy poco de periodismo cuando llegué pero, desde entonces, he conocido a cientos de periodistas de todas partes del mundo», asegura Hiwa, que vio a su familia por última vez en 2005, y en Qandil. A pesar de todo lo dejado atrás en su ascensión a la montaña, dice seguir viéndose a sí mismo como un «eterno estudiante»: «Desde que me uní al PKK no he dejado de estudiar y de aprender. Durante los últimos 15 años he adquirido un mayor conocimiento de mí mismo y de mi pueblo. También he mejorado mis habilidades sociales y, por supuesto, mi inglés, mi árabe, mi persa y mi turco. Y lo que es más, he aprendido mucho sobre el papel y el lenguaje de los medios». Acometida de ankara sobre Kurdistán Norte: una historia apenas contada El arresto de Mohamed Rasúl en agosto sería un primer «aviso a navegantes» de Ankara para todos aquellos informadores que se plantearan cubrir la ofensiva militar sobre algunas de las principales ciudades kurdas del norte. No obstante, informadores establecidos en Turquía consultados por GARA coincidían en que el riesgo de deportación pesa aún más que el de una eventual agresión física a manos de las fuerzas de seguridad. Si bien el número de periodistas cubriendo la región se ha visto reducido de forma muy significativa, la escalada bélica no ha pasado inadvertida para organizaciones internacionales como Human Rights Watch. En su último informe del pasado 22 de diciembre, la ONG con sede en Nueva York denuncia que las fuerzas de seguridad habían abierto fuego sobre individuos que se encontraban en la calle estando el toque de queda en vigor, y que se había negado el acceso a la zona a ambulancias y equipos médicos en numerosas ocasiones. Asimismo, HRW habla de cientos de muertos entre miembros de la milicia juvenil kurda YDG-H y civiles. A través de su página web, fuentes del Ejército turco apuntan a más de un centenar de «miembros del PKK eliminados» durante la última semana en Cizre, Nusaybin y Diyarbakir. En una reciente comparecencia pública, el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, acusaba directamente al PKK de «inyectar el odio a los jóvenes en las ciudades», e insistía en que las operaciones «antiterroristas» continuarían. Fuentes de las YDG-H consultadas por GARA negaban la presencia de guerrilleros kurdos en las ciudades sitiadas. «Los muertos en la ofensiva turca sobre Kurdistán Norte son mayoritariamente miembros de las YDG-H y civiles. Los kurdos no buscan la independencia sino un autogobierno democrático dentro de una Turquía democrática. Esta campaña confirma la idea de que Turquía considera a Kurdistán como a una colonia», trasladaba a GARA Zagros Hiwa, responsable de comunicación del PKK.K.Z.