2016 URT. 07 JO PUNTUA Siempre se puede hacer algo Itziar Ziga Activista feminista Las navidades comenzaron con una noticia tristísima: un chaval de 16 años llamado Alan se fugaba de este mundo acorralado por el acoso en su instituto. Era transexual. Su familia siempre le comprendió y amó, pero a esas edades el daño que pueden hacerte tus congéneres es infinito. ¡Adolescencia cabrona! Una desearía más que nada en el mundo poder haberle susurrado: agárrate fuerte cariño, esto pasará. Te lo aseguro. Paco Vidarte, un activista marica, andaluz y prodigioso que se nos fue también demasiado pronto lo narraba así. «Yo soy un niño muerto. No porque me solidarice hipócritamente con ninguna víctima del bullying, sino porque si alguna vez fui un niño, murió rápido: yo lo asesiné y lo enterré vivo buscando salvarme en mi vida de adolescente. Al que también enterré vivo, dándole con la pala en la cabeza hasta que dejó de moverse. Luego ya nunca he vuelto a sepultarme y tampoco creo en los fantasmas. Ahora sé defenderme». Mi amiga Eukene es maestra en el colegio de un barrio marginalizado. Un día a medio curso llegó una chiquita marroquí de cinco años, con su hyjab anudado al cuello. La clase le recibió con burlas y hostilidad, en el recreo empeoraron las cosas. Mi amiga comentó su preocupación con el resto de docentes, pero sólo obtuvo indiferencia. No sabía como actuar, a esas edades soltarles un discurso sobre interculturalidad y respeto no suele dar resultado. La mañana siguiente apareció en clase con un pañuelo de cuadros en la cabeza, y no dijo nada. Los abusones se sintieron interpelados, querían hablar del tema. La cría ya no va al mismo colegio, pero sé que su aterrizaje en esta Europa supremacista blanca e islamófoba fue más acolchado gracias a la intervención de mi amiga. Adoraba a Eukene, ni qué decirlo. Siempre se puede hacer algo, sus calvarios y sus muertes son evitables. Hoy volverán a la misma clase quienes acosaban a Alan, sin él. Chicas y chicos que lo empujaron al abismo día a día. Todas hemos sido adolescentes: a pesar de las turbulencias emocionales y del sinsentido, sabes perfectamente cuando te estás pasando con alguien. Espero que se sientan al menos un poco culpables, porque lo son. Y porque sólo así podrán evitar que la monstruosidad de la violencia hegemónica se les enquiste dentro. ¡Adolescencia cabrona! Una desearía más que nada en el mundo poder haberle susurrado: agárrate fuerte cariño, esto pasará. Te lo aseguro