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MIRTA FABRE Y SUSANA ETCHEGOYEN
COLECTIVO «A CASA»

«La solidaridad de la gente desconocida es asombrosa»

Siempre han querido estar en la manifestación y, al final, han logrado venir. Basta escucharlas para contagiarse de su generosa solidaridad. Pertenecen al Colectivo A Casa de Argentina y visitan a los presos vascos. Fabre es sicóloga y Etchegoyen médica.


¿Cómo nació y qué función tiene A Casa?

Susana ETCHEGOYEN: El colectivo nace en el corazón de la diáspora vasca en Argentina, que es muy grande. Después se suman compañeros no vascos. Algunos somos sobrevivientes de la dictadura argentina, otros son muy jóvenes, y todos decidimos entablar una red para hacerles llegar a los presos nuestra solidaridad a través de las rejas. Empezamos a escribirles a los presos y a los familiares y en eso fue armándose un trabajo de tres años. Es la tercera vez que venimos y vamos a visitar a los presos. Como no somos tantos, empezamos con los enfermos, con las madres con niños en la cárcel y los mayores de 70, con la idea de que el colectivo siga agrandándose y en un momento cada preso pueda tener su carta desde Argentina.

En ese camino decidimos hacer otras cosas. Hemos presentado una denuncia ante la Asociación de Médica Mundial en mayo por complicidad en torturas de médicos de la Audiencia Nacional. La misma está exigiendo una respuesta a España; salió en el último informe de la ONU. Ahora hemos formado un encuentro de profesionales, que va a ser una presentación contra España por tortura de los presos políticos vascos.

¿Con qué situaciones se han encontrado en las visitas?

Mirta FABRE: Lo que yo he observado es la dificultad de los presos de comunicarse abiertamente, por sentirse no solamente presionados por una mirada constante que se ejercita en la cárcel, sino además porque el aislamiento genera mucha dificultad para después volver a conectarse con el mundo externo. Ese aislamiento es un plus de castigo degradante e inhumano porque le va destruyendo lentamente la personalidad. Por ejemplo, nosotros escribimos a muchos presos, pero son pocas las respuestas escritas que recibimos porque no pueden contestar. Y sin embargo, están ansiosos y esperan la carta siguiente. Por ejemplo, Sara [Majarenas] dijo en una de las cartas «gracias por insistir», porque era de suponer que si ella no contestaba yo me podría haber cansado y no haberle enviado ninguna carta más.

¿El escribirles cartas y visitarles tiene muchos beneficios, verdad?

Es una forma de conectarse con el mundo externo, no solamente con los familiares. De los familiares es lo que se espera, pero que la solidaridad venga de gente que no te conoce marca una calidad distinta en el vínculo. No es ni mejor ni peor, pero sí es asombrosa. Y ese asombro saca un poco de la situación de aislamiento, porque el familiar es parte de uno mismo y está condenado a transitar kilómetros y kilómetros acompañando esa forma de cárcel. M. IANTZI