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MARÍA PAULINA RIVEROS
NEGOCIADORA PLENIPOTENCIARIA DEL GOBIERNO

«Ha sido un trabajo entre mujeres, y eso hace distintas las cosas»

María Paulina Riveros es, desde noviembre de 2013, miembro plenipotenciario de la delegación de paz del Gobierno colombiano. Ha sido y es una pieza fundamental de la subcomisión de género desde su creación. En entrevista con GARA, valora el aporte de las mujeres en la construcción de la paz.


¿Qué importancia adquiere esta subcomisión de género y la revisión de los acuerdos desde una perspectiva de género?

Es una experiencia única en los procesos de paz en el mundo y en eso siempre hago énfasis porque, en cierta forma, su importancia deriva de ello. No conocemos ningún proceso en el que se haya designado un espacio específico para tratar el enfoque de género de manera transversal en todos los acuerdos de paz. Las mujeres han jugado un papel fundamental tanto en el conflicto desde sus diferentes posiciones como en la construcción de paz. Las mujeres víctimas han sufrido de manera desproporcionada los efectos del conflicto, la violencia de género, el reclutamiento de sus hijos e hijas, por sus eventuales relaciones afectivas con miembros de grupos armados. Las mujeres campesinas, por ejemplo, han jugado un papel fundamental en la economía rural y familiar; sin embargo, no tienen las mismas oportunidades de acceso a los instrumentos que les permitan la explotación del campo en igualdad de condiciones que los hombres. En cuanto a participación política, hay un déficit de representación femenina en todos los ámbitos de la política. Las drogas tienen efectos en asuntos de violencia intrafamiliar, de trata de personas, de prostitución forzada. Por todo ello, resulta tan importante esta revisión de los acuerdos desde una perspectiva de género.

¿Cómo describiría el trabajo con la delegación de las FARC?

Ha sido una experiencia realmente muy valiosa. Lo primero que yo tendría que decir es que fue un trabajo entre mujeres y eso hace distintas las cosas. Una conversación entre mujeres es distinta a una conversación entre hombres o una conversación mixta. No es necesariamente mejor o peor, pero es una cosa distinta. Tuvimos siempre claro que estábamos en dos aristas diferentes, que teníamos una concepción de los problemas diferente y que justamente era sobre esa diferencia que teníamos que empezar a construir acuerdos que permitieran a las mujeres el ejercicio libre y autónomo de sus derechos. No estuvimos nunca preocupadas por intentar convencernos. Ese tipo de claridad nos facilitó mucho la interlocución y fue una experiencia en la que gobernó la disciplina y la rigurosidad, lo que nos ha permitido presentar estos resultados concretos.

¿En qué se diferencia el relato de las mujeres víctimas al de los hombres víctimas?

Los relatos de ellas fueron muy distintos al de ellos. Vuelvo y repito, no necesariamente ni mejor ni peor. Lo que sí notamos en las mujeres víctimas es que el hecho victimizante produce en ellas una explosión de su solidaridad con otras víctimas. Una mujer que ha sufrido el secuestro de un familiar se une con otras en su misma situación creando lazos de solidaridad que permiten construcciones sociales increíbles. En el marco de estas redes de solidaridad han llevado servicios públicos a un pueblo que ha sufrido los efectos del conflicto, han creado redes de apoyo sicosocial y emocional, han construido monumentos, por ejemplo, la Casa de la Memoria de Medellín. El relato refleja una manera diferente de abordar la victimización. Ese sentimiento de solidaridad las hace ser constructoras de paz automáticamente.

¿En qué puede ayudar a cambiar concepciones machistas el hecho de darle un enfoque de género a los acuerdos?

En todo. Los acuerdos son un mensaje a la sociedad colombiana de cómo vamos a proceder a refundar desde los principios básicos nuestra sociedad. Sin duda, uno de los temas que más ha afectado a la sociedad colombiana ha sido la cuestión de igualdad y no discriminación. Hemos notado cómo con el solo hecho de haber creado esta subcomisión y haber anunciado que se tendrá en cuenta el enfoque de género, ha contribuido a ir cambiando los imaginarios sociales sobre el rol de la mujer en la sociedad y sobre la apertura hacia una sociedad más democrática en la que ellas juegan un papel fundamental.

¿Enfrentan la misma realidad una mujer y un hombre cuando dejan la guerra?

No. Y lo digo de forma rotunda. Hace poco recibimos a mujeres excombatientes de todo el mundo. Por encima de las diferencias, pudimos evidenciar que cuando un hombre regresa de la guerra, la sociedad lo recibe como un héroe, que la guerra es un asunto muy propio de los hombres. Las mujeres, en cambio, son recibidas como unas traidoras por haber abandonado los deberes que socialmente le correspondían; por haberse ido adonde no le tocaba. La mujer que regresa del conflicto normalmente es estigmatizada. Los reencuentros con las familias tienen una complejidad.

A nivel personal, ¿qué ha supuesto para usted estar en la mesa de negociación y al frente de la subcomisión de género?

Ha sido una de las experiencias más valiosas en mi vida. Nuestros hombres han visto la importancia de tener posiciones femeninas en el interior del grupo. Desde el ámbito profesional, este proceso ha sido estructuralmente diferente a otros que he vivido por su seriedad metodológica que nos ha obligado a enriquecernos mucho más desde nuestros distintos oficios y profesiones y a analizar con mayor profundidad temas técnicos, filosóficos, militares, de Derecho, de relaciones internacionales… Ello ha hecho que me enriquezca con mayores conocimientos y experiencias más profundas.