2016 ABU. 17 ATLETISMO Campeones en apuros Solo Rudisha salió airoso, mientras Felix sucumbió ante Miller y Lavillenie frente a un mágico Braz espoleado por la torcida brasileira. Miren SÁENZ La cuarta jornada del atletismo no llenó el estadio. En Brasil son días laborables y además invierno, con tarde de viento y lluvia fatal para el atletismo, tanto que se interrumpió la sesión cuando el aguacero apretaba con riesgo para vallistas y disgusto de lanzadoras que giraban en el círculo buscando el tiro que les diera el pase a la final. Hubo que parar la competición durante 20 minutos e incluso se optó por organizar una insólita serie-repesca con los atletas del 110 metros vallas que no pudieron hacer más por el chaparrón en las dos primeras series. Del trío de ases que buscaban seguir en lo más alto, solo David Rudisha defendió con éxito su título de Londres’2012 en 800 metros, para luego ver caer en el intento a Allyson Felix y Renaud Lavillenie. Rudisha es el cuarto que lo logra y el primer africano tras el británico Douglas Lowe (1924-28), el estadounidense Mal Whitfield (1948-52) y el neo-zelandés Peter Snell (1960-64). Hace cuatro años Rudisha protagonizó la mejor carrera de la doble vuelta a la pista que se recuerda, rebajando su plusmarca mundial (1.40:91), que se mantiene intacta. El mediofondista keniata ha dominado la disciplina como pocos, pese a sus largos períodos entre algodones. Las lesiones no han dejado en paz a este masai que sigue empeñado en cazar leones en la selva del atletismo. Recordman, doble campeón mundial y ahora doble olímpico, es un keniata de grandes escenarios, quizás por ser hijo de medallista olímpico –su padre ganó la plata con el relevo de 4x400 metros en México’68– y de madre cantante de música popular. Tan elegante como discreto, a sus 27 años el keniata de la zancada imperial se encontró en Río a dos americanos, dos europeos y tres africanos en una final en la que sus compatriotas se saltaron los galones. Un Kipketer peleón durante los primeros 400 metros salió como un tiro y privó a Rudisha de ponerse en cabeza, el lugar donde le gusta ir en carrera. Después tuvo que soportar los cambios de ritmo del «orgullo de África», que controlada la situación terminó en 1.42.15. Makhloufi estuvo atento a la jugada y voló hacia la plata con récord de Argelia (1:42.61). Le esperaban las semifinales de 1.500 donde defiende el oro. En plancha a por el oro La abanderada de Bahamas, la nueva campeona de 400 metros, también tiene un tío abuelo olímpico en México y a juzgar por su manera de acabar incluso podría tener algún nadador. De una manera poco ortodoxa ganó Shaunae Miller a Allyson Felix, ya que literalmente se lanzó en plancha en la línea de meta privando a la estadounidense de su quinto oro. Siete disputadas centésimas dieron a la bahameña, al frente del ranking de 400 metros, el triunfo en la vuelta a la pista cuando la californiana ya se veía ganadora. Lloraba Felix desconsolada, pese a sumar la séptima chapa –posee cuatro oros y tres platas en 200 metros y en relevos– porque a los 30 no ve claro si llegará a Tokio’2020. Por el contrario, Miller, que es la subcampeona mundial, a sus 22 años tiene mucho margen. La caribeña acudió a la cita imbatida esta temporada y así sigue. La sorpresa brasileña Exactamente la misma edad tiene Thiago Braz, protagonista principal de un concurso de pértiga tan sorprendente como emocionante. Con un salto de 6,03 metros, diez centímetros mejor que su registro personal, el brasileño salió del estadio convertido en el nuevo campeón olímpico y remplazando a Renaud Lavillenie, al que envió a la medalla de plata. Lo hizo además con récord olímpico e ingresó en el club de los seis metros, animado por la hinchada carioca que en plan fútbol silbaba a su incrédulo rival. Lo pasó mal el recordman de los 6,16 metros, muy mal. Vio como Shawnacy Barber, el pelirrojo que le quitó el oro en el Mundial de Beijing’2015 –el único que le falta al abultado palmarés del francés–, se desplomaba en 5,50 para terminar décimo cuando el galo ni se había estrenado. Un rato después entró en harina para firmar un concurso casi perfecto, sin nulos hasta el final. Debutó con 5.75, siguió con 5,85, 5,93 y 5,98, el anterior récord olímpico. Molesto por los silbidos de la insistente torcida carioca, por primera vez fallaba en 6,03 metros, que sí conquistaba su adversario local. Entonces, el brasileño dio el hachazo y obligó al galo a jugarse la última carta en 6,08. Falló, y un mes después de que sus tres nulos en la primera altura le privaran de su octavo título europeo en Amsterdam, el pertiguista total perdía el oro. Braz Da Silva –natural del Estado de Sao Paulo y campeón mundial junior en Barcelona’2012– tocaba el cielo, el olímpico y el de Río. En las gradas, su entrenador Vitaliy Petrov, antiguo mentor de Bubka e Isinbayeva, lloraba como un niño. A unos les va bien y a otras no tanto. La rusa terminó abandonándolo para volver con Trofimov, mientras Naroa Agirre le hizo una visita hace unos años y regresó algo liada. A Bubka le fue fenomenal, como a Braz. Taylor y Perkovic repiten bajo el sol Después de la tempestad llega la calma y el sol volvió a asomar para la matinal brasileña, jornada vespertina en Euskal Herria, en la que las discóbolas regresaron para completar la final horas después de sufrir bajo la lluvia en la calificación. Sandra Perkovic conservó su título tras pasar apuros en el trámite. La croata ganó con un tiro de 69,21 metros y un rato antes era Christian Taylor el que también renovaba el oro en triple salto. En la arena hubo doblete estadounidense porque la plata fue para Will Claye y el bronce para el chino Dong Bin, con una curiosidad: los tres se metieron en el podio con el primer salto. Los 17,86 que dieron el oro a Taylor auguraron un concurso enorme –casi como el de Beijing’2015, cuando superó los 18,21, segunda mejor marca de la historia peleando con el cubano Pichardo y amenazando ambos el reinado de Jonathan Edwards y sus 18,29 metros que han sobrevivido 21 años– pero fue más flojo. Tratándose de saltos, una especialidad de alto riesgo de lesiones, Taylor se ha convertido en un repetidor nato, porque también es doble campeón mundial. Lo sabe el subcampeón en aquel concurso inolvidable en el Nido de Pájaro, el cubano Pichardo, que en Río se resintió de una lesión en el tobillo derecho y causó baja en la calificación. Faltó también otro peso pesado: Teddy Tamgho –campeón mundial en Moscú’2013 y recordman en sala– que fiel a su mala suerte se fracturó el fémur durante los campeonatos franceses y sigue sin ser olímpico. También volvió Usain Bolt, que afrontó la primera eliminatoria de los 200 metros después de que la víspera recibiera comedido el oro de los 100. El jamaicano controló perfectamente la octava serie desde la calle 5 y se fue frenando para terminar en 20.28. «Me recuperé bien después del 100, aunque estoy un poco cansado, pero feliz de estar clasificado. Estoy deseando que llegue mañana... (corre las semifinales a las 3 de la mañana y la final un día después). El 200 es mi prueba favorita y estoy un poco nervioso cuando la corro», confesó Bolt. Gatlin lo hizo antes, en 20.42, pero el mejor tiempo fue para Andre De Grasse, el canadiense que les acompañó en el podio del hectómetro (20.09). LaShawn Merritt, bronce en el 400, también se clasificó al ganar su serie. M.S. DOPAJE«Siempre hay un montón de presión cuando se defiende un título olímpico. Estoy contento de conseguirlo. Correr es una pasión, algo que viene del corazón. Hay que trabajar duro y sin atajos. Queremos un deporte limpio y honesto. El dopaje es un gran problema, también en Kenia.» EL PISCINAZO«Nunca había hecho esto antes –tirarse en plancha hacia la meta–. Fue solo una reacción en el momento. No sé lo que pasó, de hecho, mi mente estaba vacía y me encontré en el suelo. No sabía si ganaba». SILBIDOS«La competición ha sido increíble, pocas veces vemos a dos hombres luchando en seis metros. Pero la falta de respeto no es normal. No puedo concebir que se silbe a los atletas».