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JUICIO POLÍTICO A LA PRESIDENTA DE BRASIL

Se consuma el «golpe» con la destitución de Dilma Rousseff

Con 61 votos a favor y 2o en contra, el Senado de Brasil decidió ayer, tal y como se esperaba, la destitución de la presidenta electa del país, Dilma Rousseff, consumando así lo que la mandataria y los gobiernos progresistas de América Latina calificaron de «golpe de Estado». Su vicepresidente, Michel Temer, tomó posesión del cargo de jefe del Estado.


El impeachment contra Dilma Rousseff triunfó ayer en el Senado. La presidenta brasileña quedó apartada definitivamente del cargo, pero logró eludir la pena accesoria de inhabilitación para cargos públicos durante ocho años. Su abogado, José Eduardo Cardozo, anunció que presentará al menos dos recursos ante la Suprema Corte Federal contra la decisión de destituirla y de sustituirla por Michel Temer, su vicepresidente.

El histórico fallo del Senado, con 61 votos a favor –siete más de los 54 necesarios– y 20 en contra, supone un final trágico para la primera mujer que llegó a la Presidencia de Brasil, suspendida temporalmente en mayo, y pone un dramático fin a trece años de gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), que deja un importante legado de avances sociales en el gigante sudamericano. Sin embargo, la Cámara Alta rechazó en una segunda votación –42 votos a favor, 36 en contra y tres abstenciones– la propuesta de que despojar a Rousseff de sus derechos políticos y de los beneficios que la legislación garantiza a los exjefes de Estado, un castigo que suele ir aparejado a la destitución forzosa.

El Senado halló a Rousseff culpable de incumplir la ley de responsabilidad fiscal, por modificar los presupuestos vía decreto, sin autorización legislativa, y porque consideró que el Gobierno tomó créditos de la banca pública, algo prohibido por ley, al demorarse en hacer depósitos a esos bancos. Durante el proceso, Rousseff negó que esas maniobras configuren irregularidades y cualquier intencionalidad al firmar esos decretos.

La votación estuvo precedida de los encendidos alegatos finales de senadores de ambos bandos, cargados de expresiones dramáticas y hasta insultos.

«Canallas»

El senador Lindbergh Faria llamó «¡canallas, canallas, canallas!» a quienes se disponían a votar a favor de la destitución, repitiendo las célebres palabras que profirió Tancredo Neves, uno de los padres de la democracia, cuando el Congreso apoyó el golpe de Estado de 1964.

Le respondió el senador Ronaldo Caiado diciendo que los «verdaderos canallas» son «quienes llevaron a Brasil a una situación crítica, en el terreno económico y social» y los que «robaron» a la petrolera estatal Petrobras, un escándalo de proporciones gigantescas que salpicó al Gobierno de Rousseff, pero también a ministros de Michel Temer, presidente de facto y líder del PMDB que desde ayer y hasta el 1 de enero de 2019 será el nuevo jefe del Estado, no electo, y al propio mandatario.

Pero poco le durarán a Temer las ganas de celebrar su victoria con el paro en niveles récord (más de 11 millones de personas), la inflación galopante y un gigantesco déficit fiscal. Lejos quedaron los días del milagro socio-económico que inició el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que sacó a 29 millones de personas de la pobreza y al país del mapa de hambre de la ONU.

La crisis económico-política se entrelazó con varios escándalos de corrupción. De hecho, más de la mitad de los 81 senadores que juzgaron a Rousseff están investigados o fueron acusados por causas de corrupción.

Pero Temer, que hereda un país dividido políticamente, con la mayor recesión de las últimas décadas y con una sociedad hastiada tras la sucesión de escándalos de corrupción que desconfía de sus dirigentes, también necesitará gran habilidad para hacer alianzas en el fragmentado Parlamento, mientras carga con la sombra de «usurpador».

«Dilma va a pasar a la historia como una figura ambigua: va a ser vista como una villana del punto de vista de la gestión, fue una mala gobernante, que erró mucho, que no supo dialogar con el Congreso, que es responsable en parte por la economía y todo eso va a ser atribuido a ella», dijo a AFP, Michael Mohallem, analista de la universidad FGV de Río de Janeiro.

Pero «también va a haber una lectura sobre el proceso en sí, que fue usado para favorecer a un grupo político, para llevar a Michel Temer y al PMDB al poder de un modo no tan legítimo como serían las urnas», añadió.

Confirmado en el cargo tras haber maniobrado entre bambalinas junto al expresidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cuhna, para apartar del poder a Rousseff y hacerse con la Presidencia sin pasar por las urnas, Temer, de carácter frío y calculador y con dilatada experiencia política, juró ayer como jefe del Estado mientras preparaba las maletas para viajar a la Cumbre del G20 en China en busca de respaldo internacional y se aprestaba a decretar el fin del Brasil «bolivariano». Temer viaja a Hangzhou para presentar a los líderes de las grandes potencias sus planes para sacar a Brasil del abismo económico en que se encuentra, que incluyen desde un duro recorte del gasto público hasta un ambicioso plan de privatizaciones aún no detallado oficialmente.

«Enérgica oposición»

La ya expresidenta Dilma Rousseff afirmó que se ha consumado «un golpe de Estado» con su destitución y anunció la más «enérgica, determinada y firme oposición a los golpistas». «Es el segundo golpe de Estado que afronto en la vida. Primero fue el militar, que me afectó cuando era una joven militante; el segundo fue el parlamentario, que me derriba del cargo para el que fui elegida», afirmó.

«Hoy el Senado tomó una decisión que entra en la historia de las grandes injusticias: escogieron rasgar la Constitución, decidieron interrumpir el mandato de una presidenta que no cometió ningún crimen, condenaron a una inocente y consumaron un golpe parlamentario», denunció en un enérgico discurso, arropada por decenas de correligionarios y seguidores en el Palacio de la Alvorada. Aseguró que el PT volverá al poder para culminar el proyecto de lucha contra la desigualdad desarrollado en los últimos 13 años.

«No desistan de la lucha. Escuchen bien: piensan que nos vencieron, pero están engañados. Sé que todos vamos a luchar. Habrá la más determinada, firme y enérgica oposición que un golpista puede sufrir», afirmó.

Reacciones

Los gobiernos progresistas de América Latina condenaron ayer el «golpe de Estado parlamentario» contra Rousseff. Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua lo hicieron en la OEA, mientras Cuba lo rechazaba «enérgicamente» y lo consideraba una nueva expresión de la ofensiva imperialista contra América Latina y el Caribe.

Venezuela decidió retirar «definitivamente» a su embajador en Brasil y «congelar» las relaciones políticas y diplomáticas con el Gobierno «surgido de este golpe».

Ecuador optó por llamar a consultas al encargado de negocios de su Embajada tras considerar «inaceptable» lo sucedido para «desestabilizar al Gobierno y remover de su cargo de forma ilegítima» a Rousseff. También el presidente de Bolivia, Evo Morales, anunció que convocará a su embajador y llamó a «defender la democracia y la paz».

EEUU, por contra, dijo «respetar» la destitución de Rousseff, al estimar que es una decisión del pueblo brasileño tomada dentro del «marco constitucional» y prometió trabajar con Michel Temer.

El PMDB de Michel Temer y el arte de gobernar sin ganar elecciones

El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que lidera Michel Temer, volverá a gobernar sin haber ganado las elecciones tras la destitución de Dilma Rousseff por el Senado.

Aunque jamás ha logrado pasar por la criba de las urnas en unas presidenciales, el PMDB es la mayor fuerza política del país, tiene las primeras minorías en la Cámara de Diputados y el Senado y el mayor número de gobernadores y alcaldes. Aún con esa inmensa presencia regional, solo presentó candidatos a la Presidencia en 1989 y 1994 y en ambas ocasiones obtuvo una escandalosa derrota. En la primera ocasión, Ulysses Guimaraes quedó séptimo con un 4,7% de los votos. En 1994, Orestes Quércia logró un 4,3%.

Desde entonces, el PMDB renunció a presentar candidaturas propias y siempre esperó al desenlace de los comicios para ofrecer su apoyo al gobernante de turno.

La destitución de Rousseff comenzó a gestarse, para muchos analistas, el 29 de marzo, el día en que el PMDB, siempre a la sombra del poder, decidió dar un paso al lado y abandonar la coalición de Gobierno que apoyó a la mandataria, con Temer como vicepresidente. Tras la estela del PMDB se fueron los partidos más conservadores que estaban en el Gobierno de Rousseff, quien perdió su base política y quedó casi sin opciones para impedir su desalojo del poder.

La destitución de Rousseff llevará al PMDB por tercera vez al poder por asuntos ajenos a las urnas, como ya pasó en 1985 y 1992. En la primera ocasión, fue la muerte de Tancredo Neves, ganador de las primeras elecciones tras 21 años de dictadura y quien falleció días antes de asumir el cargo. Su muerte dejó el poder en manos de José Sarney, estrecho colaborador de la dictadura y a quien muchos creían «infiltrado» del régimen y del PMDB en esas elecciones.

Sarney, sin embargo, gobernó entre 1985 y 1990, favoreció la transición y abrió las puertas a las primeras elecciones directas tras la dictadura, que llevaron al poder a Fernando Collor de Mello, cuyo vicepresidente era Itamar Franco, del PMDB.

Un colosal escándalo de corrupción minó el Gobierno de Collor, y Franco, con el PMDB, se desmarcó y apoyó el juicio político contra el mandatario, quien dimitió al ver que no podría impedir su caída. Franco completó el mandato y gobernó entre 1992 y 1995, cuando entregó la banda presidencial al socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, quien se postuló con apoyo del omnipresente PMDB.

En las últimas tres décadas, esta formación de derecha solo estuvo fuera del ala del poder entre 2003 y 2005, años iniciales del primer mandato Luiz Inácio Lula da Silva. Sin embargo, un sonoro escándalo de sobornos parlamentarios que puso a Lula al borde de un juicio de destitución le obligó a negociar con el PMDB y abrirle la puerta del Gobierno para impedir el proceso. Frente al malestar que esa decisión generó en las bases de la izquierda, Lula siempre argumentó la necesidad del pacto para «garantizar la gobernabilidad», excusa esgrimida también en 2010, cuando el PT anunció a Temer como candidato a vicepresidente con Rousseff. Esa «boda por interés» ha acabado en un traumático divorcio y el PMDB, el partido «sin candidatos», gobernará hasta el 1 de enero de 2019.Eduardo DAVIS