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IKUSMIRA

Normalizar el drama


El drama de los refugiados que huyen de la guerra y la miseria en busca de un futuro en Europa ha dejado de copar portadas y titulares en los medios de comunicación, pero no por eso su situación es menos trágica. El goteo de muertes en el Mediterráneo –al menos 4.655 en lo que llevamos de 2016, 1.100 muertos más que en el mismo periodo de 2015–, las agresiones a solicitantes de asilo e inmigrantes protagonizadas por neonazis, y los ataques a campamentos, como el ocurrido la pasada semana que dejó a un centenar de personas a la intemperie en la isla griega de Quíos –donde la tensión puede ser aprovechada por la extrema derecha–, están estableciéndose como normalidad.

Solo estos dos últimos días, un total de 1.500 personas han sido socorridas en varias operaciones de rescate en el Canal de Sicilia, el estrecho del Mediterráneo que separa las costas africanas de Italia. Algunas decenas más, en el Estrecho de Gibraltar. Otros no han tenido tanta suerte y sus sueños han quedado truncados en esas aguas.

Quienes siguen varados en las fronteras de los Balcanes o en las islas griegas, mantienen la esperanza de haber dejado definitivamente atrás tanta desolación y tanto dolor y confían su destino a los gobiernos europeos, pero sobre todo a la presión que sus ciudadanos ejerzan sobre ellos. Algo que se ha ido diluyendo con el paso de los meses y solo unas pocas plataformas mantienen ese pulso y nos recuerdan que la crisis persiste y que sus protagonistas son personas que, en el mayor de los casos, lo han dejado todo.

Como se recuerda desde las paredes de nuestras calles, el único lugar más peligroso que el mar es su propio hogar.