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JO PUNTUA

Heidegger, Niemöller


El semanario alemán “Die Zeit”, con sede en Hamburgo, publicaba no hace mucho un artículo titulado «Heidegger. Ein moralisches Desaster», que profundiza en la estrecha relación que mantuvo el filósofo alemán con los principales cimientos ideológicos del nacionalsocialismo e, incluso, en su admiración y apoyo personal al que la historia reconoce como el mayor criminal de todos los tiempos: Adolf Hitler.

La novedad de esta aportación se basa en la correspondencia privada que mantuvo Martin Heidegger –considerado como uno de los pensadores más influyentes de la filosofía contemporánea– con su hermano menor, Fritz, cuya lectura despeja cualquier género de dudas sobre el carácter filonazi del filósofo, y especialmente sobre un convencido antisemitismo que le llevó a negar el genocidio.

Dado su peso e influencia en el pensamiento moderno, incluso en corrientes asociadas a la izquierda europea, a menudo reconocidos teóricos políticos han tratado de profundizar y racionalizar los mecanismos mentales que llevaron a Heidegger a abrazar el nazismo, con la intención poco escondida de minimizar la trágica orfandad en la que quedaban inmersos los discípulos del creador de «Ser y tiempo». Sin resultados convincentes, claro. Porque es imposible.

El nazismo es noticia. Tras 70 años de prohibición, las autoridades alemanas han permitido la reedición de «Mein Kampf», el ideario político de Adolf Hitler, en el marco de una edición crítica a cargo del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, fundado en 1949 con el propósito inicial de investigar los factores que posibilitaron el auge del nacionalsocialismo. Al margen de la polémica, un dato significativo: se han vendido ya más de 85.000 ejemplares. Y me pregunto: ¿esta edición habría disuadido a Heidegger?

El nazismo es noticia. Y no es por casualidad. La amenaza del creciente auge de la ultraderecha en Europa va poco a poco encendiendo alarmas, pero todavía no las suficientes. «Als sie mich holten, / gab es keinen mehr, der protestieren konnte. –Cuando vinieron a buscarme, ya no había nadie que pudiera protestar–». (Martin Niemöller).