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CRÍTICA «Nueve meses»

El tránsito traumático


Guillaume Senez asalta con fuerza la gran pantalla con este intrépido y muy arriesgado ejercicio dramático que perfila con acierto la aventura vital que emprende una pareja de adolescentes enfrentados a un dilema que nació de su apasionada relación y de su idea de un amor que se prolongará hasta el infinito. De esta pasión-curiosidad surge el detonante que hará saltar por los aires la inocencia compartida por los dos quinceañeros, un embarazo.

Llegados a este punto y tras un cierto recelo inicial, ambos optarán por el abismo que supondrá seguir adelante con la idea de tener un niño. De esta forma, la mentalidad de dos niños tropezará con los anhelos simbolizados en un tercero que está por llegar. Todo ello es descrito sin dramatismos subrayados y mediante un estilo que desarbola por su naturalidad y frescura. Senez maneja con acierto los tiempos y extrae de la joven pareja de intérpretes, sobre todo del suizo Kacey Mottet Klein, un caudal de expresiones tan honestas que a veces sobrecogen por su transparencia. Además, y para que todo el conjunto resulte creíble, el guion transcurre por trayectos acordes a la mentalidad de los protagonistas y a los ambientes en los que se desenvuelven  mediante un estilo claro, sutil  y sin altisonancias que hubieran dificultado por completo la plena comprensión de una historia cruda y difícil en su transfondo, pero sencilla en su planteamiento formal. Otro elemento muy destacado por parte de Senez es su opción acertada de captar a la pareja protagonista a través de primeros planos que atrapan a la perfección cada uno de sus gestos y que adquieren su mayor significado en la secuencia-plano gobernada por completo por el rostro cambiante de Mottet Klein el cual resume a la perfección los vértigos y desajustes emocionales que padece en un complejísimo tránsito de niño a hombre que inevitablemente asomará traumático.