GARA Euskal Herriko egunkaria
PERFIL

Las mil caras de un artista torturado a la sombra del nogal


Puto cáncer. Ha muerto el genial Ion Arretxe (Bisnieto)». Con estas palabras cargadas de dolor se despedía de su amigo Arretxe Enrique Ventura, el dibujante que se esconde detrás de la tira “Grouñidos en el desierto” en la revista “El Jueves”. Arretxe estaba detrás de muchos de los guiones de esa página con nueve escenas que lleva publicándose semanalmente desde 1979. La tira la crearon Ventura y su primo Miguel Ángel Nieto, pero tras la muerte de Nieto en 1995 es cuando apareció ese nuevo genio cómico, ese discreto cineasta de Errenteria, ese genial Bisnieto.

Arretxe murió ayer de cáncer a los 53 años y con más de cuarenta películas a sus espaldas, entre aquellas que dirigió artísticamente y las que participó como actor. Sin embargo, en Euskal Herria se le conoce, sobre todo, por ser la persona a la que detuvieron junto con Mikel Zabalza en 1985. Su desgarrador testimonio es el que hizo que el mundo supiera qué le había ocurrido a Zabalza, pese a que la justicia española se empecinara en taparlo. A Arretxe y Zabalza les torturaron ahogándolos en un río. Zabalza apareció días después muerto en el Bidasoa y a Arretxe le tocó sobrevivir para contarlo. Y lo hizo un sinfín de veces, sin miedo a las consecuencias. La más completa la dejó escrita en un libro de 216 páginas que tituló “Intxaurrondo. La sombra del nogal” y salió de la imprenta hace dos años. No obstante, su duro testimonio ha sido recogido también en numerosas entrevistas, porque Arretxe era de los que no se callan. La última vez que levantó la voz con fuerza fue para denunciar una serie de televisión que pretendía blanquear lo sucedido, vistiendo a los guardas civiles a las órdenes de Galindo como aguerridos patriotas. Reventó la farsa lanzando verdades duras como piedras. «Cuando nos torturaban oíamos a los hijos de los guardias civiles camino del cole. A mí me sacaron al patio para que los niños me pegaran», relataba desde su cuenta en una red social.

«Me contó cómo le torturaron en la primera película en la que trabajamos juntos. Yo le había contado que también era vasco. Estábamos tranquilamente comiendo un bocadillo y, de repente, me lo contó», recuerda el actor Aitor Merino. Esa película era “Rincones del Paraíso” y Arretxe tenía 35 años y Merino 27. «Me dejó impresionadísmo. Lo ocurrido a Mikel Zabalza me había pillado siendo casi niño y me dejó muy marcado. Por eso su testimonio me llegó tan fuerte. Desde entonces hemos mantenido la relación. Ahora estoy destrozado».

Pese a haber denunciado alto y claro las torturas sufridas, quienes le conocieron le retratan como un hombre reservado, de escuchar más que de contar. Una persona atenta, que se preocupaba por los demás y que se encargaba de que hubiera buen ambiente en los rodajes. «Me gustaban muchas cosas de él. Pero algo que me encantaba era que él trataba a la gente por cómo era, no por quién era», comenta Jimina Sabadú, autora del último corto en el que participó Arretxe y que se ha estrenado este mismo año.

Arretxe trabajó con los mejores. &dcThree;La última gran producción en la que ha participado ha sido “Rey Gitano”, la disparatada comedia con la que Juanma Bajo Ulloa reeditó el estilo “Airbag” y en la que se le dedica un cameo.

Es difícil encasillar a Arretxe. Ha sido un reputado escenógrado y un dramaturgo conocido, pero también ha compuesto canciones, dibujaba, ha interpretado microteatro y también ha tenido papeles de cierta importancia. Durante todo este bagaje supo compaginar grandes producciones con apuestas de mayor valor artístico en circuitos alternativos. De hecho, Sabadú lo conoció cuando buscaba a un actor que supiera improvisar. Como intérprete, su papel más complejo se lo dio Jaime Rosales, que lo eligió para “Tiro en la cabeza”. Rosales –que venía de ganar el Goya y haberse llevado el premio de la crítica en Cannes– propuso a Arretxe un papel principal en una película que narraba la muerte de dos guardias civiles por parte de ETA en Capbreton. La cinta, además de elegir a un torturado como actor, tampoco se regía en base a estereotipos de buenos y malos, lo que acabó dejando muda a la crítica y paró la racha de premios del director.

El humor como arma

Arretxe tampoco se dejó llevar por las normas del mercado a la hora de ponerse a escribir. Sus dos libros los sacó con una editorial independiente de Madrid llamada Ediciones El Garaje. Lo hizo por lazos de amistad aun a sabiendas de que el segundo título, “Intxaurrondo, la sombra del nogal”, era un bombazo. Su primer libro “Parole, parole” narra su infancia en Errenteria.

«Yo le conocí por su faceta de Bisnieto. Y lo que me sorprendía de él era la pasión y la felicidad que transmitía por su trabajo», comenta el dibujante gallego Kiko Dasilva. «Tengo grabada una conversación con él que tuvimos hace unos años en la que le saqué el tema de las torturas. Él me dijo que no odiaba. Podría parecer una impostura, pero yo, que le vi los ojos, supe que lo decía de verdad. También me contó que en este país nunca tuvimos la suficiente imaginación para ponernos en el dolor del otro y que eso era la causa de nuestros problemas», afirma Dasilva.

Merino también lo recuerda como un hombre «con una mirada irónica y tierna a la vez», que no cerraba los ojos a que la realidad es dura. «Cuando cuenta que Galindo en persona le estrujó los huevos, lo hace de una manera en la que a la vez te ríes y te estremeces. Era una forma de ver el mundo que, por trágico que fuera lo que contara, siempre tenía una chispa de humor».

«El hecho de que una persona a la que se lo hicieron pasar tan mal se acabase dedicando al humor es señal de que sabía que es el mejor medio para concienciar y cambiar los problemas de este mundo», asegura Dasilva.