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JO PUNTUA

Diferentes pasiones


De siempre nos han dicho que estos son días de pasión y recogimiento. En mi cada vez más lejana infancia, todo se teñía de morado. Hasta las imágenes de las iglesias se tapaban con grandes mantos de ese color para que no se vieran. La radio solo emitía música clásica y, además, fúnebre y el viernes a eso de las tres de la tarde el Sermón de las Siete Palabras que recuerdo como algo apocalíptico.

Cuando años después llegó la televisión, más de lo mismo: oficios religiosos y procesiones a todas horas, retransmitidas por un locutor con voz de ultratumba que remarcaba constantemente las muestras de fervor y recogimiento de todos los participantes y hasta de los que estaban en las aceras viendo los pasos de Jesús del Gran Poder o de la Macarena, acompañados por los caballeros legionarios con cabra y todo. Solo en algún momento se emitía alguna película que podía ser “Molokai, la isla de los leprosos”, “La túnica sagrada”, “Marcelino pan y vino” o, como mucho, “Ben Hur”.

Tampoco se podía comer carne ni pagando la bula, y los frailes nos contaban que en Eibar había gente tan roja y tan mala que el viernes santo, en lugar de ir a visitar los preceptivos siete monumentos de las iglesias, se iban al monte a beber vino comiendo cordero, un crimen execrable.

Afortunadamente las cosas han cambiado y hoy el clima de falsa piedad ya no es oficial, aunque hay muchos sitios donde se mantienen esas costumbres, más para atraer al turismo que para otra cosa, Y así, sabemos que algunos, al menos, de los legionarios desfilantes van hasta el culo de alcohol y canutos. Que la «madrugá» famosa no es una multitudinaria manifestación de fe y recogimiento sino un cachondeo que dura toda la noche y que, en una palabra, esto ya no es lo que era sino las vacaciones de primavera. Y punto.

Así que me dejo de monsergas y me voy para Kalamua a ver si me encuentro con esos pérfidos eibarreses y nos ponemos morados.