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MIREILLE FANON MENDèS-FRANCE
PRESIDENTA DE LA FUNDACIÓN FRANTZ FANON

«La emancipación no es pensamiento mágico, exige asumir la ruptura»

Nacida en 1953, fue profesora de Literatura y Didáctica en la Universidad París V-Descartes y de Derecho Internacional y Resolución de Conflictos en la Universidad de Berkeley. Militante incombustible, hija de Frantz Fanon y viuda de Bernard Mendès-France, su discurso es rotundo e interroga con preguntas como mazos.


De visita en Euskal Herria invitada por la Fundación Iratzar, Mireille Fanon ha ofrecido dos conferencias sobre las huellas del colonialismo en el siglo XXI. Charla con GARA sobre la vigencia y actualidad de la obra de Frantz Fanon. Se muestra accesible, con un discurso brutalmente honesto, acompañándonos en el viaje por la obra de su padre, desde "Piel negra, máscaras blancas", un terremoto en el sicoanálisis por su argumentada descripción y descarnada denuncia del colonialismo racista y sus consecuencias en los negros colonizados hasta "Los condenados de la Tierra", para muchos la auténtica «Biblia» de los procesos de descolonización e inspiración para guerrillas de liberación nacional del llamado Tercer Mundo.

Preside la Fundación Frantz Fanon, convencida de que «si la lucha de liberación nacional de los pueblos, en muchos casos, se ganó, la emancipación todavía está por construir. Intentamos dar continuidad a su reflexión, conectarla a luchas actuales, estudiando las nuevas formas de colonialismo, con sus estructuras conceptuales que debemos deconstruir. Uniéndolo con su llamada a la ruptura».

Sin amor a la violencia

Aunque Frantz Fanon puede ser recordado de muchas formas, mayormente lo es como defensor de la resistencia, especialmente de la resistencia armada. Algo que esconde el humanismo radical que reside en la base de su trabajo. Nació en 1925 en Fort-de-France, capital de Martinica, antigua colonia de esclavos asentada en la producción de azúcar, y murió a los 36 años, a su pesar, en EEUU –«país de linchamientos»–, durante el tratamiento contra la leucemia.

Fue un pensador punzante, «un guerrero-sílex» como lo definió en un maravilloso poema que le rendía tributo, su amigo, el poeta y político martiniqués Aimé Césaire. Fanon escribía con el ritmo de un cuerpo en movimiento y la cadencia de una voz que respira al correr.

Su obra sigue siendo indispensable en temas como la raza y el colonialismo. Aunque haya interés en presentarlo como un «apóstol de la violencia», el siquiatra que, convencido de su valor terapéutico, «prescribía violencia» como única fuerza liberadora para los colonizados, en un doble sentido, respecto a sus amos y a sus propios complejos de inferioridad.

Su hija reflexiona al respecto: «Dan una impresión de que Fanon es un violento por amor a la violencia, es muy problemático. Siendo siquiatra aprendió cómo una estructura social puede crear la violencia, reflexionó cómo responder a esa violencia. Quisieron hacerle un proceso de brujería, deslegitimar su pensamiento. Habló de violencia, sí, el Che –curioso paralelismo, ambos médicos y revolucionarios en otras naciones– también dijo en Argelia: ‘hay gente que no matamos y esos nos van a matar’... En aquel contexto de colonización la violencia vino dada, se impuso, tenía una lógica global, que hoy ha cambiado».

«Incluso ahora –prosigue– desnaturalizan su trabajo. Alain Finkielkraut llegó a decir que la revuelta en las banlieues de 2005, se alimentó del pensamiento fanoniano. No dijo nada de la muerte de los chavales Zyed Benna y Bouna Traoré, fue deshonesto. Han dicho también que quienes defienden un antirracismo político como Fanon, y no solo moral o compasional, son terroristas potenciales».

Curar: no producir alienación

Tras ser herido de gravedad en la lucha final contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, y más aún en su experiencia personal al ver cómo trataban a los negros, con los tirailleurs sénégalais en primera fila, y árabes como carne de cañón, Fanon estudió siquiatría en Lyon y fue influenciado por François Tosquelles, pionero de la terapia de grupo y antiguo jefe de siquiatría del Ejército Republicano en la Guerra Civil española.

Mireille Fanon subraya la importancia que tuvo en trabajo como siquiatra en el pensamiento de su padre: «Sí, su radicalismo absoluto creo que venía también de su trabajo como siquiatra. Cuando hablaba de enfermedad mental, hablaba de la sociedad, y cuando hablaba de curar decía que la sociedad debía dejar de producir la enfermedad mental, de producir alienación. Había una necesidad de ruptura total. Ahí se entiende que tras tres años de trabajo en Argelia presentara su carta de dimisión. No podía seguir siendo médico en un país colonial que producía tanta alienación. Pero nunca dejó de ser siquiatra y de cuidar a la gente. Su práctica de siquiatra alimentaba su reflexión, condensaba su pensamiento. Ello le dio mucha libertad, incluso la independencia mental respecto a sus compañeros argelinos».

Contra el modelo eurocéntrico

Ejerció su profesión en Argelia, donde fue testigo de primera mano de la brutalidad racista y colonial de la misión civilisatrice francesa. Ateo afrocaribeño que apenas hablaba el árabe, se enroló como clandestino en las filas del Frente de Liberación Nacional (FLN). Su hija comenta que, para él, «la lucha de liberación nacional argelina era un trampolín para la unidad africana y los independentistas argelinos no estaban tan convencidos de eso. En el continente Amílcar Cabral, Patrice Lumumba y Thomas Sankara fueron sus mejores aliados, cuestionaron las fronteras coloniales…».

Aunque, «más allá de la tragedia que supuso para todos el asesinato de Lumumba», cree que este hizo un «error táctico» al apostar por la ONU para que «viniesen a salvar a su país». «La ONU es parte del problema, una construcción de la modernidad eurocéntrica, no de un pensamiento universal… Si los africanos tienen que arreglar sus problemas, son lo suficientemente grandes, maduros para hacerlo, para organizarse por sus propios medios, conocen al enemigo común».

Le planteamos si el sueño de la liberación del yugo europeo no ha sido suplantado por el de la emigración a Europa, y la lucha por la independencia por el deseo de ser aceptado. Niega la mayor: «Con el problema de la migración, ¿de qué hablamos? ¿De exiliados, migrantes climáticos, refugiados de guerra? Los migrantes no vienen porque esperan El Dorado; la suya no es una elección libre, no tienen otra elección. El final del colonialismo es la ruptura con el modelo de dominación. La gran mayoría de los presidentes de los países africanos que se independizaron fueron transferidos por el poder colonial, copiaron el modelo europeo. Europa no ha dejado emerger a Africa. Si hoy hay migrantes es por la imposición de ese modelo. Hay que romper con ese modelo europeo, y no podrá hacerse si se sigue reproduciendo la pobreza, la exclusión, la discriminación y la desigualdad» .

Obra de rupturas

El sílex, como la crudeza del lenguaje de Fanon, es cortante, una invitación la ruptura. Su hija remarca el carácter militante y comprometido de su padre, su denuncia de una «Europa que se basó en una mentira inicial grave: la implantación de la política de la raza como medio jerarquizado y categorizado».

El pensamiento de Fanon es una obra de rupturas, sin medias tintas, que agujerea las convenciones establecidas, «sin verdades decisivas ni resplandores esenciales». «Trazó una línea: quienes tienen el poder, el saber y al otro lado, los condenados: por su color, por ser pueblos originarios, por ser pobres… vistos en sus contradicciones dialécticas y sus múltiples formas».

«Su pensamiento evoluciona, no es fijo; releerlo es descubrir»

Para Mireille Fanon, releer la obra de su padre es «descubrir cosas que se te escaparon en la primera o segunda lectura. Su pensamiento no es fijo, condensado en un solo libro, evoluciona, no puede trocearse y limitarse a la violencia. Sus preocupaciones son preguntas actuales como mazos. Como la del racismo estructural, la dominación y alienación en todas sus formas, o la unidad africana. Todo eso sigue en suspenso, trabajar sobre Fanon exige pensar en ello, aportar reflexiones».

Es consciente de cierta fascinación por Fanon, «que no es muy operativa para las luchas. Hay que crear movimiento siempre». O dicho con las bellas palabras que desde el dolor de su leucemia Frantz Fanon alumbró en “Los condenados de la Tierra”, «huir del movimiento inmóvil en que la dialéctica se transforma poco a poco en lógica del equilibrio. Hay que reformular el problema del ser humano. Hay que reformular el problema de la realidad cerebral, de la masa cerebral de toda la humanidad cuyas conexiones hay que multiplicar, cuyas redes hay que diversificar y cuyos mensajes hay que humanizar».M.Z.