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JO PUNTUA

Buscando la paz fiscal en la nación foral española


El pacto PNV y PP es una alianza de régimen, un acuerdo de complicidad para que éste no cambie, ni en su escala dominante española, ni en su versión para el occidente vasco –eso que oficialmente se denomina CAV–.

Es un pacto de orden, un acto de contención frente a cualquier vía de transformación de las reglas del juego. Y toma forma pública a escasas semanas del desarme de ETA, llevado a cabo precisamente por encima de los obstáculos puestos por el PP, enemigo declarado del cambio de ciclo. Asimismo, esta entente cordial se materializa en plena efervescencia del proceso soberanista en Catalunya.

Ante el ejercicio democrático de la capacidad de decisión del pueblo catalán, las élites representadas por el PNV quieren blindar el actual estado de cosas para evitar verse desbordadas por la presión popular. Por supuesto, se trata de vender el conchabeo como todos los anteriores, esto es, como un gran beneficio para el país, fruto de la sabiduría, la moderación y el saber estar de los jeltzales. Lejos de las peligrosas aventuras catalana o escocesa, el PNV apuesta por la continuidad, pero no por intereses partidarios, claro, sino por responsabilidad. Ante el caos catalán, orden vasco-español.

La fórmula es tan vieja que se remonta al siglo XVIII y la llamada Guerra de Sucesión, en la que las élites forales vascas apostaron por los Borbones. Los catalanes se quedaron con la fama de hacer negocio de todo, pero fueron nuestros jauntxos los que exprimieron aquellas naranjas. Y ese mismo es su horizonte para el siglo XXI, como demuestra su absoluta falta de escrúpulos para estrechar las manos más repugnantes en el momento en que el hedor de la corrupción lo invade todo. Ese es su horizonte sí, y por eso tenemos que quitarles el volante del país de las manos antes de que terminen de arruinarlo a fuerza de venderlo una y otra vez.