GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

Unas risas


Últimamente se habla mucho de los límites del humor y es normal, porque cuanta menos legitimidad tiene una subdemocracia como la española, más autoritaria tiene que ser y nada enfada tanto a la autoridad como la risa. Para dominar hay que ser temible y una de las mayores virtudes de la risa es su capacidad para arrinconar al miedo. Por eso nos reímos, porque la alternativa –tomarnos en serio y recordar, por ejemplo, que vamos a morirnos– no tiene ni puta gracia.

Personalmente, no creo que haya nada de lo que no podamos troncharnos. Al revés: de lo que no podemos es de lo que más deberíamos reírnos. En ese sentido, el humor negro es el humor supremo, el que más nos libera de los yugos del oscurantismo, el que desafía a quienes se arrogan el derecho a decidir qué es sagrado y dónde está lo intocable. La risa, en mi opinión, solo tiene un límite, pero no está donde acaba sino donde empieza. Vamos, que si no nos reímos de nosotras mismas no tenemos derecho a reírnos de nadie más porque el humor o nos iguala o no es humor sino ironía –distancia–, sarcasmo –cinismo– o burla –desprecio–. Por eso, en términos políticos, no es lo mismo reírse de los poderosos que añadir la burla a la opresión y mofarte de quienes están en situación de vulnerabilidad o de subordinación. Cuidado con eso: antes de reivindicar el derecho al chiste conviene saber si tiene gracia. Es fácil: mira a ver si la gente se ríe y si no, para.

Por lo demás, el buen humor tiene cualidades increíbles: nos cura de la autoimportancia adolescente y nos ayuda a madurar (los griegos creían que era resultado de una buena salud), pero también desvela a los narcisistas y aleja a los manipuladores emocionales y a los victimistas. Además, la risa forja grandes relaciones y nada libera tanto como reírte en buena compañía. Se dice que no es lo mismo reírse con alguien o de alguien y es verdad, pero lo que no se dice es que lo mejor del mundo es que se rían de ti y contigo. Nada tan maravilloso como mirar a alguien tan gilipollas como tú y ahogaros juntos, doblados de risa y muertos de humor.