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LIGA DE CAMPEONES

A Cardiff, a por la duodécima

El Atlético metió el miedo en el cuerpo al Madrid, pero solo fue capaz de mantener su infernal ritmo durante la primera parte.


ATLÉTICO DE MADRID 2

REAL MADRID 1


El Estadio Nacional de Gales en Cardiff será escenario de la final de la Champions League en la que estará la Juve y el de siempre, el Real Madrid, que intentará sumar la duodécima toda vez que ayer solo dejó soñar al Atlético en la primera parte.

No le quedaba otra al equipo colchonero que tirar de voluntad, algo en lo que, con Simeone, es innegociable, porque ni tiene el fútbol ni las individualidades de su rival. La consigna era salir como posesos a partirse la cara por cada balón, al límite del reglamento, y achuchar al árbitro en todo momento con la esperanza de que se arrugara tanto como los merengues. La propuesta funcionó como un reloj suizo. Al cuarto de hora el marcador ya lucía un increíble 2-0 y árbitro y Madrid deambulaban acomplejados.

Más de un jugador, especialmente el capitán Gabi –el más marrullero de la plantilla y brazo ejecutor en el campo o testaferro de las propuestas de Simeone–, pudieron ser expulsados, tanto por su suciedad como por la falta de respeto por el juez del partido. Pero el turco Cüneyt Çakir no estaba por la labor y dejó hacer a riesgo de que se montara una batalla campal. En este contexto, el sueño permanecía vivo en la enfervorecida grada del Calderón, en su último gran partido antes de recibir al Athletic en el adiós a la Liga.

El problema de esta estrategia es que te obliga a ofrecer el cien por cien de entrega y atención durante los noventa minutos y la veteranía de este equipo, que empieza a dar síntomas de extenuación tras la paliza acumulada en las últimas cinco temporadas, le llevó a bajar el pistón cuando tan solo había pasado media hora de encuentro.

La pelea –aunque las actitudes marrulleras y las cuentas pendientes de tanto derbi continuaron– dejó paso al fútbol, el de verdad, y a esto son muy superiores los de Zinedine Zidane.

Fue entonces cuando llegó la genialidad de Benzema –el eterno incomprendido para las hordas blancas–, que se escapó de tres temblorosos defensas rojiblancos, incapaces de meter la pierna, y puso el balón atrás, con primer remate de Kroos que obligó a Oblak a hacer un paradón, aunque en el área pequeña Isco remató el rechace marcando un gol que ponía la final a tiro de piedra del Madrid.

Llegó el descanso y en la cabeza de los agotados jugadores locales pesaba que necesitaban otros tres goles para remontar. Amagaron en la reanudación, pero el Madrid ya había olido sangre y entonces empezaron a bailar Isco y Modric, y a gritar Keylor Navas que no hace falta que venga De Gea, que él es suficientemente bueno.