La pelota como ser vivo e inteligente

En 1983, la dupla danesa formada por Jorgen Leth y Ole John, firmó un documental de apenas tres cuartos de hora de duración. El tema principal era la pelota vasca, y el título de dicho trabajo era, por aquello de no romperse demasiado la cabeza, “Pelota”. Más allá de conformarse con el exotismo de nacionalidades planteadas por la ficha técnica, dicho proyecto desembocó en un memorable documento fílmico deportivo... que al mismo tiempo ramificaba en un encomiable estudio etnográfico.

Más de treinta años después, Olatz González Abrisketa comparte el relevo con Jorgen Leth, firmando a cuatro manos la segunda parte de aquel documental. “Pelota II” se adentra en la propuesta de su antecesora, centrándose en el elemento más imprescindible de dicho deporte: ese objeto esférico que determina el destino de cada jugador.

La película, singular acercamiento a la cultura vasca, se descubre en todo momento como un estudio experimental sobre las formas. Tanto físicas como, claro está, fílmicas. El resultado final se asemeja al de una exploración arqueológica y, ya puestos, al de un sortilegio que dota de vida propia a los objetos que, hasta aquel entonces, no pasaban de la categoría de “inanimados”.