2017 EKA. 09 La Sala Kubo redescubre a Ruiz Balerdi, pintor del cromatismo Rafael Ruiz Balerdi murió hace 25 años y desde hace más de dos décadas no se organizaba una exposición de su obra. La deuda la ha saldado la Sala Kubo de su ciudad natal, Donostia, que ha reunido casi un centenar de pinturas y dibujos de este artista de la abstracción y el cromatismo radical. La antológica permanecerá abierta hasta el 24 de setiembre, la ha comisariado Javier Viar, gran conocedor de la obra del creador GARA DONOSTIA Un recorrido cronológico que se inicia en 1955 permitirá al visitante redescubrir «a una figura eminentísima del arte vasco», según Javier Viar, quien ha situado a Ruiz Balerdi entre los mejores y más prolíficos pintores de la posguerra. En la Sala Kubo se podrán contemplar tres obras nucleares en la trayectoria del pintor, “Venecia” y “Los gigantes”, ambas de 1972, y “Gran jardín”, el enorme cuadro de 2,4 por 5’7 metros que pintó entre 1966 y 1974, que muchos consideran su pieza más importante. Tras una sala dedicada a la obra en papel, donde cuelgan algunos dibujos figurativos, se da paso a sus trabajos de los años 50, cuando el creador transitó de la abstracción geométrica, influenciada el constructivismo y autores como Paul Klee y Pablo Palazuelo, a una abstracción menos fría, más cálida y lírica. Los años del informalismo, de pinturas con rasgos gestuales, fueron los de 1960 a 1966, después de los cuales abordó una etapa en la que pintó sus jardines de gran colorido, donde es clara la influencia de Monet. Se exhiben también sus formas cristalizadas posteriores, las tizas de finales de los 70, cuando regresa a Donostia tras más de una década viviendo en Madrid, y comienza a implicarse en acciones reivindicativas a favor del euskara, de una Universidad pública para Euskal Herria y en contra de las centrales nucleares. Fue su etapa menos fecunda, tras la cual volvió al óleo en 1985, a pinturas de formato horizontal con la idea de paisaje más presente que le ocuparon hasta su muerte en Alicante en 1992 tras un accidente doméstico. El color en Ruiz Balerdi siempre fue algo «suntuoso», un cromatismo «exacerbado» que se refleja ya sea tanto en sus pinturas más coloristas, como en las monocromas o las creadas en blanco y negro, dijo Viar. «Su obra da una idea de que las antenas para pintar eran múltiples. Tenía influencias de todo lo posible, de lo visto en los libros, en los museos, en las ciudades, en su cabeza, en sus sueños», afirmó el comisario, que recordó que a Balerdi también le inspiraron Velázquez y las pinturas negras de Goya. Desde Bilbo De su extensa producción es testigo el Bellas Artes bilbaino, de donde proceden la mitad de las obras exhibidas y donde se guardan 350 de sus óleos y más de 5.000 dibujos, entre los de propiedad y los depositados por su heredera, Hilde Koch, que ha mostrado ayer su satisfacción por esta muestra. Destacó que desde las antológicas organizadas por la Sala Rekalde de Bilbo y el Koldo Mitxelena de Donostia, en 1993 y 1994, y la exposición de la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa en 1995, «ha pasado mucho tiempo y revivir la obra de Balerdi es algo necesario de vez en cuando». El museo, dijo Viar, ha ofrecido las piezas del artista que tiene bajo su custodia a otras instituciones vascas, pero no ha habido respuesta positiva. «Están a su disposición», recalcó el hasta ahora director del Bellas Artes de Bilbo. TIZASSe exhiben también sus formas cristalizadas, las tizas, cuando a su regreso a Donostia se implica en acciones reivindicativas a favor del euskara y de una universidad pública vasca.