GARA Euskal Herriko egunkaria
CRÍTICA «Una noche con mi exsuegro»

Centauros urbanos


Se intuye en la trastienda de esta comedia independiente cierto empaque dramático, sobre todo en lo que hace referencia al guiño cinéfilo que el guion de Seth W. Owen destina al clásico de John Ford “Centauros del desierto”. Ello se traduce en una película atropellada que recrea la búsqueda enloquecedora que un padre, que en momento alguno oculta sus prejuicios, comparte junto al excompañero sentimental de su hija desaparecida. Cambiando la escenografía polvorienta del desierto habitado por indios por el no menos temible paisaje urbano de Los Angeles, topamos con una singladura rodada con torpeza por un autor que en esta su segunda experiencia detrás de la cámara se revela como un realizador poco dado al riesgo y atrincherado en el conformismo. Es una lástima que los mimbres sólidos del guion cuenten con una plasmación en imágenes que desaprovecha las posibilidades de una road movie que quiere ser disparatada y dramática y que su empeño por abordar el tema de la incomunicación se torne en un carrusel de secuencias vistas en multitud de ocasiones. Ni siquiera la poderosa presencia del excelente intérprete J. K. Simmons –reconvertido en ocasional John Wayne urbano– logra mantener el interés de un producto que falla clamorosamente en su intento por querer gustar a todo tipo de públicos subrayando, por un lado, las situaciones jocosas derivadas de las situaciones que comparten los protagonistas y, por otro, colocando en una tesitura íntima a los personajes dentro de un entorno totalmente desconocido y agreste para ellos.

Seguir la ruta de la extraña pareja protagonista a lo largo de una noche intensa requería de mucho mayor oficio y sobre todo de un mayor ritmo e intensidad. Visto que el guiño a John Ford sale a relucir sobre todo en los diálogos que comparten los dos “perseguidores”, el cineasta pretende encauzar el viaje nocturno hacia los derroteros que Scorsese planteó en “¡Jo, qué noche!”. El experimento resulta fallido debido a un incomprensible giro en la recta final en la que sale a relucir un tono sensiblero que, si bien no castiga en exceso la paciencia del espectador, acaba por dinamitar todo el conjunto.