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CRÍTICA «Estados Unidos del Amor»

Un paisaje humano muy gris


Si la semana pasada tuvimos ocasión de visionar el último filme del maestro Andrzej Wajda en el que asistíamos a un nuevo capítulo del eterno desencanto polaco, en esta ocasión topamos con la visión de otro cineasta que, en su acercamiento a la trastienda social polaca, apuesta por las tonalidades apagadas y frías a la hora de recrear una serie de historias paralelas escenificadas tras la caída del muro de Berlín. Lo que Tomasz Wasilewski plasma en imágenes es todo un canto a la tristeza y la amargura, una secuencia de episodios en los que jamás topamos con una tímida sonrisa. Da la sensación en su conjunto que “Estados Unidos del Amor” –un título que invita a bailar bajo la lluvia de Woodstock– se asoma como el típico filme diseñado para triunfar en festivales mediante una sobredosis dramática que impide ver la verdadera intención de su engranaje argumental. Tomando como referencia las peripecias íntimas y cotidianas de cuatro mujeres, el filme se descubre como un amargado retrato generacional en el que tropezamos con historias en las que el amor se disfraza de imposible, de obsesión, de amargura y tal vez de tímida esperanza. Las cuatro vidas de las protagonistas que habitan el mismo bloque de apartamentos son zurcidas mediante una sobriedad que a veces resulta demasiado gélida y distante porque, en su empeño por querer mostrar de manera clara la desorientada situación de un país que debe asumir la irrupción del capitalismo occidental, el cineasta se olvida de las pulsaciones emocionales que otorgan sentido a lo que descubrimos en las crónicas de una mujer que se enamora de otra, de una mujer que mantiene una relación con el padre de un alumno, la relación imposible entre una tercera mujer y un cura y la infelicidad matrimonial que padece una cuarta. Entrecruzadas todas esta vías, en su conjunto nos encontramos de bruces  con un paisaje humano muy gris.