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FESTIVAL DE JAZZ DE GASTEIZ

JAZZ ENTRE AMIGOS

EN UN AMBIENTE DE COMPLICIDAD, EL TRÍO DE HASIER OLEAGA ABRIÓ LA SECCIÓN JAZZ DEL SIGLO XXI CON BUENAS SENSACIONES Y EXCELENTE QUÍMICA CON JORGE ROSSY, SU INVITADO ESPECIAL. «KONEXIOA» SALDA NOTABLEMENTE LA CUOTA DE JAZZ VASCO EN EL FESTIVAL DE GASTEIZ.


Talento y humildad no siempre van de la mano. La grandeza de Hasier Oleaga es saber robarle el protagonismo a cualquiera, sin el menor esfuerzo y desde el fondo del escenario. En silencio –el milagro de saber escuchar y crear el espacio donde brotan el sonido y las confidencias– o dejándose oir cuando es necesario. Porque tanto importa en el Arte lo que se dice como lo que se omite o queda solo sugerido. Tal vez esta sea una virtud aprendida precisamente de Jorge Rossy, ambos tienen en común ese detalle, imprescindible en los grandes baterías. Un rasgo que delata a cualquier músico sobresaliente, en realidad.

Como de costumbre y especialmente en verano, Hasier tiene una agenda de locura. Pero charlamos un rato con ocasión de su visita al Teatro Principal: «Descubrí a Jorge Rossy escuchando ‘New York-Barcelona Crossing’ (Fresh Sound New Talent, 2004), aquel disco donde tocaban también su hermano Mario, Brad Mehldau y Perico Sambeat. Entonces no entendí nada, pero aluciné con aquella claridad de ideas y la dirección que imprimían a su música. Conocerle en persona más adelante refrendó muchas de las cosas que sentía acerca de la honestidad con lo que uno hace, del compromiso hacia la música y con lo que te rodea».

Sin duda esa honestidad es uno de los motivos por los que en Gasteiz se le quiere y admira tanto: con el patio de butacas lleno y algo de retraso se confirma que Hasier sí es profeta en su tierra. Aquí comenzó a madurar como músico –en proyectos como Ortophonk o Sant Pau 44– y gran parte del público que hoy le acompaña también ha seguido con orgullo su trayectoria junto a Iñaki Salvador, Ruper Ordorika o Mikel Laboa. Pero también con The Heckler o Nevermind Trio. Así que verle sobre el escenario con Julen Izarra (saxos tenor y soprano), Jorge Abadías (guitarra) y Jorge Rossy (vibráfono y marimba), cierra de alguna manera ese círculo.

«Tengo claro que no soy Wayne Shorter ni puedo serlo: me preocupa más conectar con el público y, como espectador, agradezco que durante el concierto haya cierto dinamismo y estén pasando cosas diferentes. Cuando preparamos junto a Jorge la lista de canciones que queríamos interpretar en este concierto, nos esmeramos en ofrecer al público un tono ligero, con improvisaciones no muy extensas...».

En efecto, la selección del repertorio es variada y busca establecer una cálida atmósfera general con predominio de los medios tiempos, lo que favorece que el cuarteto suene como tal, con verdadero empaque. Por supuesto, hay espacio para composiciones propias y ajenas, de Hasier (el bucólico “Denbora Barik”), Rossy (“Wicca”, “Iris Blues”) o Nevermind Trio (“Onena eltzear dago”, “Pangea / Gure panpinak”), así como Kurt Weill (“Liebes Lied”), Chris Cheek (“Cargols”, “Blues Cruise”), Lee Konitz (“Kary’s Trance”), Jackie McLean (“Capuchin Swing”) o Lee Morgan (“Totem Pole”), a modo de bis para terminar con brío y buen rollo.

Los artistas repudian las etiquetas porque sienten que estas les limitan. Efectivamente, acotan un espacio o unas coordenadas, buscan patrones y referentes con los que medir o asemejar algo que en realidad es mucho más personal, abstracto y orgánico. Pero si hubiera que definir de alguna manera lo que el martes nos ofreció el trío de Oleaga y Rossy habría que hablar sencillamente de búsqueda y de canciones. «La música está viva en la medida en que tú estás vivo. Ser padre me ha dado fuerza para seguir adelante con mi búsqueda, para continuar cuestionándome como músico y como persona. Para seguir creciendo». Nada más y nada menos.