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JO PUNTUA

La represión funciona


El gran problema de la lucha contra la represión es que la represión funciona realmente bien. Cuando una sociedad discute consigo misma sobre el mejor método para acabar contra un movimiento político que le molesta, es muy probable que, más o menos camuflada, triunfe la opción represiva, porque es instrumental para la gran mayoría de los actores molestados en diferente grado.

La represión funciona bien contra círculos pequeños de militancias fuertes. En Barcelona, anarquistas con años de compromiso a las espaldas preferían tomarse un descanso, al menos de forma pública, ante la oleada represiva contra sus compañeros de hace un par de años.

Pero la represión funciona sobre todo en los movimientos de masas. Tiene ventajas innumerables, como disuadir a grandes capas sociales de emprender actividades políticas, hostigar el enfrentamiento interno, descabezar a los referentes o crear zozobra estratégica.

En los círculos independentistas catalanes comienza a detectarse el miedo a la participación política. Conozco gente que ha rechazado ir en listas electorales con el argumento tan humano de que tengo dos hijos y no me puedo exponer a una pena de 30 años.

Los efectos de la represión se han colado también en círculos no políticos, como en las escuelas. Ante la campaña coordinada desde las familias de cuerpos policiales contra profesores por supuesto adoctrinamiento, muchos prefieren no tocar el tema en el aula. No sabemos cómo se rompió esa puerta, nenes. Que os explique el mundo la tele.

Hace unos meses estaba extendida en Catalunya la idea de que la represión no sería tolerada y generaría una fuerte reacción social por parte de los no independentistas. No ha sido así. Esta es la clave de por qué la represión funciona tan bien. No importa cuan moral sea el adversario, ni siquiera el neutral: la represión le brinda tantas ventajas a su posición que la tentación para aprovecharlas es irresistible.