2017 ABEN. 09 52. DURANGOKO AZOKA «¿QUÉ HACE TODA ESTA GENTE? ¿HA VENIDO A COMPRAR LIBROS?» EL VIERNES AMANECE A RITMO DE DOMINGO, PEREZOSO, ACURRUCADO BAJO LA NIEBLA. SIN EMBARGO, YA ANTES DE QUE ABRAN LA AZOKA A LAS 10.30, LA GENTE SE APILA A LAS PUERTAS, AL REFUGIO DE LA LLUVIA. MUCHOS SON ASIDUOS, OTROS NUEVOS, COMO UNA PAREJA HONDUREñA QUE ACABA DE ATERRIZAR. CHARLAMOS CON LOS VISITANTES. Maider IANTZI Con el paraguas colgando en un brazo y la bolsa con la primera compra en el otro, comenzamos a caminar por los pasillos del recinto ferial sin rumbo fijo, mientras nuestros ojos se van deteniendo en caras y escenas conocidas que tras tantos años se hacen familiares. En estos primeros minutos después de la apertura de las puertas todavía se puede caminar sin dificultades, sin tener que ir haciendo eses entre la gente. Es un buen momento para ojear tranquilamente los libros, hablar pausadamente con editores y escritores, o para hacerse con el disco deseado firmado por los artistas. Es lo que estamos haciendo cuando de repente nos topamos con Cristian Adonis Flores y Marggie Baraona, hondureños que vienen acompañados de Juan Carlos Galarraga, «de Zumarraga-Urretxu», según se ha presentado él. La pareja de hondureños está ojiplática, no se puede creer lo que es esta feria. ¿Qué hace aquí toda esta gente? ¿Ha venido a comprar libros? Galarraga les intenta explicar algo, pero tiene serias dificultades teniendo en cuenta que también es su primera visita. Solamente conocía la Azoka de la televisión y la prensa. «Tras tomar un pincho y un café con leche, hemos venido a conocer la feria. Nos está pareciendo muy interesante y la organización, increíble», empieza a comentar el anfitrión. «Es enriquecedor para el visitante que quiere conocer la cultura euskaldun», le sigue Cristian. Marggie añade que buscan un libro que les ayude a adentrarse en la cultura de aquí. En esa tarea les ayudará una amiga de Juan Carlos, que trabaja en un stand y a la que saludan ahora. Los hondureños acaban de terminar el periodo universitario y se encuentran en Euskal Herria de vacaciones. Pasarán un mes y esperan divertirse y pasarlo bien. Contacto con los creadores Charlando con una y con otra “azokazale”, la tranquilidad se esfuma enseguida y para cuando levantamos la mirada los stands están a rebosar. El rincón de Ahotsenea es un espacio más íntimo, con presentaciones de discos y libros acompañados de vídeos, música o recitales con arpa. Ahora, por ejemplo, es el turno de Eider Rodríguez, que presenta su libro de cuentos “Bihotz handiegia”. Fuera del recinto, la carpa de Ahotsenea, que este año está de celebración por su décimo cumpleaños, no cesa de ofrecer conciertos en directo. Ze Esatek!, por ejemplo, han tocado en un ambiente inmejorable, con esta especial plaza llena hasta los topes de personas de todas las edades venidas desde todos los puntos del país, desde Kanbo hasta Galdakao. De allí salen con una sonrisa Arrate y Maite, madre e hija de Mendaro. Han venido en tren y así regresarán para la hora de comer. Nos comentan que les gusta esta cita porque es «un gran escaparate» donde se pueden conocer y comprar las últimas novedades. «Amamos la música por lo que miramos sobre todo los discos, aunque también damos una vuelta por los stands de los libros». La madre agrega que le gusta acercarse a donde Jakoba Errekondo, en el stand de “Bizi baratzea”, y comprarle el calendario lunar. Le escucha en la radio y aprovecha para charlar con él. La hija comenta que la Azoka es, además, un buen punto de encuentro entre amigos y conocidos. «Nos hemos topado con amigos que no habíamos visto en mucho tiempo. Ha sido por sorpresa y nos ha hecho mucha ilusión». 57 alumnos de un centro educativo de Kanbo, de 13 y 14 años, también han disfrutado del concierto de Ze Esatek!. Antes los hemos visto cantar y bailar alegremente entre los stands al ritmo de la trikitixa. Vienen a Durango cada dos años a pasar un día. Los chavales llevan entre manos unos papeles donde apuntan datos de las editoriales de toda Euskal Herria. Según la profesora Isabel, es una excusa para que hablen con la gente y descubran lo que se publica. Después de comer les dejarán un poco de tiempo para que realicen alguna compra. «Luego, cuando regresemos al colegio, con el material reunido tendrán que elaborar un trabajo sobre lo que han vivido aquí», indica Isabel. Destaca que para ella lo más importante de esta cita es que es un punto de encuentro entre euskaldunes. «Se siente el ambiente euskaldun enseguida y eso es lo que queremos que conozcan nuestros alumnos». Oportunidad de compartir Durango es para los visitantes una oportunidad de descubrir perlas, creaciones especiales e inesperadas, y compartir la sorpresa o la opinión con los propios creadores. Es una ocasión inédita para ello. Por eso la valoran especialmente las jóvenes de Galdakao Garazi y Uxue. «Veníamos con nuestros padres cuando éramos pequeñas y ahora visitamos la feria con los amigos. Compramos un disco, hablamos con el artista y le pedimos la firma». Hoy volverán a casa formales, pero mañana esperan hacer fiesta. El ambiente en las calles de la localidad vizcaina fuera del recinto ferial es otro de los atractivos de estos días. «Venimos gente de toda Euskal Herria, no solamente los de alrededor», destacan. Al igual que Garazi y Uxue, Belen, María Luisa y Miren vienen en cuadrilla. Son de las asiduas. Visitan la Azoka desde los tiempos en los que se celebraba a las puertas de la iglesia. Recuerdan que desde entonces no ha dejado de ganar adeptos. Las tres son vizcainas, de Morga, Bilbo y Ondarroa concretamente, aunque viven en Donostia y Bilbo. «Solo habremos fallado algún que otro año. En un tiempo veníamos con los hijos y ahora venimos cada uno por su cuenta. Lo que más nos gusta es el carácter euskaldun de la feria, es la Azoka del euskara. Además, te topas con un montón de amigos. He pasado dos horas en tren para venir desde Donostia. Merece la pena», remarca María Luisa entre risas. Se les ve felices. Les espera un día completo entre la Azoka y los bertsos, ya que después de comer tienen intención de acudir a un «bertso saio» muy estimado que se celebra todos los años por estas fechas en Markina-Xemein. «Se siente el ambiente euskaldun y eso es lo que queremos que conozcan nuestros alumnos», destaca Isabel, profesora de un colegio de Kanbo