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EDITORIALA

Catalunya abre su puerta, España cierra las ventanas


Tras una noche electoral intensa, ayer tocó digerir resultados y personalizar victorias y derrotas. En este sentido, más allá del voto útil concentrado en torno a Inés Arrimadas, es Carles Puigdemont quien sobresale, tras afianzar su liderazgo, erigirse en referente dentro y fuera del país y sacar los colores a quienes ridiculizaban su exilio. En el otro extremo, Mariano Rajoy es el gran perdedor, sin paños calientes. Los problemas se le multiplican y ya trascienden el asunto catalán. Su comparecencia ayer rozó el esperpento.

Más allá de ello, estas elecciones han sido el último capítulo en un proceso que está evidenciando el camino divergente que Catalunya y España han transitado a la sombra de este conflicto. Así, en los últimos años hemos visto una sociedad catalana vibrante, emancipada, capaz de dar lo mejor de sí misma. No sólo en torno al procés: en Barcelona se ha celebrado la mayor manifestación en favor de los refugiados, el debate en temas sociales como la vivienda o el turismo es intenso, y el ejercicio del periodismo, de primer nivel. Además, ante la represión, la ciudadanía ha mostrado su perfil más solidario con sus presos y exiliados. Por contra, el retroceso que se está viviendo al otro lado es nítido. Salvo excepciones honrosas, gran parte de la sociedad española ha acompañado, incluso jaleado, el hostigamiento al independentismo, y atrapada entre el rencor y la venganza se ha revelado refractaria a la democracia. Sus medios no sólo se han mostrado acríticos con el Gobierno del PP, sino que han sido ariete censurando sin miramientos las discrepancias. Ningún líder ha dado la talla.

España, su sociedad y los grupos que la forman, son el reflejo distorsionado del avance que en términos políticos, democráticos y culturales se está produciendo en Catalunya. Nada queda del aire renovador que se entreveía hace pocos años en Madrid. Si la nación catalana está abriendo una puerta a su futuro, el Estado español ha cerrado todas las ventanas y ha viciado el aire hasta hacerlo irrespirable.