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No veo lo «innovador» de cerrar una guardería


Un siglo ha estado la casa cuna de Urazurrutia, en Bilbao la Vieja, cumpliendo con la función para la que el prestigioso arquitecto Ricardo Bastida diseñó un edificio de gran belleza en pleno corazón del Botxo donde se entremezcla el estilo modernista con resabios neomudéjares. Este inmueble emblemático, en el que se combina en su fachada azulejos, ladrillos y piedra, dejará, a partir de julio, de acoger una escuela infantil para niñas y niños de 0 a 3 años.

Esta casa cuna nació de la acción benéfica de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Bilbao dedicada a cuidar y atender a los hijos e hijas de jornaleros y es ahora su sucesora, la BBK, quien pretende convertirla en historia. Es una de las guarderías que aún mantiene en la villa y, sin duda, la más emblemática.

La entidad que preside Xabier Sagredo ha abierto un concurso de ideas para dar un «giro» a la actividad, hasta ahora asistencial, de este equipamiento cercano al puente de San Anton. Persiguen, así lo aseguran, un proyecto «disruptivo e innovador». Lo cierto es que la ahora fundación bancaria, y antes la caja de ahorros, más que disruptiva lleva una dinámica constante de destrucción de la obra social. Disruptivo sería si cesase en esa política.

En Urazurrutia persiguen implantar proyectos dirigidos a la capacitación y fomento del empleo, así como a la promoción cultural. Nada nuevo bajo el sol viendo que es un paso más de la entidad por dejar en manos de terceros actividades que antaño gestionó con trabajadores a su cargo. Me resisto a ver «innovación» en el cierre de una guardería.