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DE REOJO

Cuñadismo


A tope con el cuñadismo. El cuñado coronado de España, el de Urdangarin, cumple mañana cincuenta años sin pegar un palo al agua. Y tiene el morro de mostrarnos que con su señora la periodista acompañan por la mañana a sus hijas al colegio. Los dos, más el chófer oficial, más los de las escoltas. Un derroche. Como lo pagamos entre todos, ellos pueden desayunar a mesa puesta, comer sopa recién servida por unos misteriosos sirvientes que no aparecen, y estar tanto uno como las otras siempre arreglados y dispuestos a que aparezcan para  hacerles unas fotos. La imagen de la miseria democrática. Todos los cuñados (¿deberíamos escribir “cuñaos” para ajustarnos a la realidad?), saben hacer algo. Arreglan cañerías, te consiguen los seguros más baratos, conocen a un fisioterapeuta que tiene manos de santo, pero estos, uno y el otro, ¿cuál es su gracia? Urdangarin jugaba al balonmano, después se lo llevaba en mano, ha chupado del bote y robado, pero con sentencia está de vacaciones donde le peta. El otro, el que dicen lleva corona y yo no se la veo nunca, ¿qué ha hecho? Los discursos se los escribe alguien muy de derechas con tintes tardofranquistas, los trajes, el sastre, le corta la barba un peluquero personal, conduce los autos solamente para salir en las fotos, con la periodista finge muy bien, pero ¿se sabe de alguna destreza, como pudiera ser cortar el césped o preparar mojitos excelentes? Cincuenta años y no ha trabajado nunca jamás. Es más, nació sabiendo que tenía reservado el puesto que ahora ocupa porque llegó a un país con una dictadura militar que se ha convertido en un dictadura constitucional y como se dice en su enunciado que es un reino, los reinos deben tener reyes, a no ser que lo cambies por un caballo. Y en el de España y sus colonias hay dos, a falta de uno, lo que es un despilfarro bastante evidente, cuñao.