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Un partido y un grupo en rebelión


Como es evidente, me estoy refiriendo a la situación de Podemos-Ahal Dugu. A raíz de un expediente abierto a una parlamentaria por parte de la dirección del partido se ha producido una profunda crisis interna que ha abocado en una rebelión dentro del grupo parlamentario, y se ha puesto en una delicada situación tanto al partido como al cambio en Navarra. Estos días pasados se han expuesto diversas interpretaciones y se han presentado diferentes diagnósticos sobre esta complicada situación. Me gustaría aportar los míos, sin entrar en detalles que desconozco por no pertenecer ni al Consejo de Coordinación ni al grupo parlamentario.

Un expediente. El desencadenante próximo de esta crisis es, como digo, la apertura de un expediente disciplinario a Laura Pérez por parte del Consejo de Coordinación por supuestas infracciones graves del código ético de Podemos. Este hecho (apertura de un expediente) no se puede olvidar en la vorágine en que nos encontramos. Si es cierto que el contenido del expediente recoge supuestas vulneraciones graves del código ético, la dirección tiene la obligación de poner en marcha los mecanismos que el partido tiene para estas situaciones. No hacerlo supondría complicidad. Lo que no se entiende es que quienes se han rebelado en el grupo parlamentario propongan una negociación en un caso de la gravedad de este. Y tampoco se entiende que se hayan tomado decisiones tan drásticas por parte de esos parlamentarios antes de la resolución del expediente. ¿Hay personas dentro del partido que podrían incumplir gravemente el código ético y se podría negociar que no tenga consecuencias? ¿No sería eso un incumplimiento más del propio código ético?

Qué integración y para qué. Algunas personas argumentan que el problema de fondo ha sido la no integración en la dirección y las estructuras del partido de las personas que formaban parte de la candidatura que no ganó las primarias. Parece que se olvidan que no fueron aceptados los resultados, que fueron considerados ilegítimos y que se dijo que se iban a impugnar, que se propuso negociar el contenido de los documentos recién aprobados por la asamblea ciudadana, que se hicieron ruedas de prensa utilizando ámbitos y medios oficiales del partido para confrontar frontalmente con él, que no se acataron las decisiones oficiales del partido y se salió públicamente a defender posiciones contradictorias con ellas, etcétera. La integración no se puede utilizar como un chantaje para oponerse a la voluntad de la asamblea ciudadana manifestada en las primarias. Y esa voluntad fue que la dirección del partido tenía que cambiar y que había que seguir las líneas y reglas de juego contenidas en los documentos aprobados. Eso suponía que se tenía que formar una dirección con capacidad para implementar todo eso. Por eso se dijo al principio que la integración sería un proceso y que en todo caso tenía que ser para llevar a la práctica en toda su amplitud lo manifestado por la asamblea ciudadana. Y me consta que se ha intentado esa integración durante estos meses, tanto en lo que se refiere a las responsabilidades de las áreas de trabajo como a la inclusión de algunas personas en el Consejo de Coordinación. Desgraciadamente, la mayoría de estos intentos han sido rechazados. Pero también hay otras personas que están perfectamente integradas. No se puede integrar cuando no hay voluntad de aceptar los resultados de las primarias y lo que eso supone.

Qué diferencias. He leído últimamente que el problema en Podemos-Ahal Dugu es que tenemos diferencias políticas muy importantes que se quieren imponer sin debate. Pero, aparte de los tópicos de que el Podemos actual no es el de su inicio y de la acusación manida de la dependencia de Madrid, no se concretan mucho más esas diferencias. No voy a entrar a desmontar esos tópicos. El primero por su evidencia: Podemos tiene ya mucha vida vivida en estos pocos años de existencia y sería una barbaridad, por muchos motivos, pretender que fuera igual, lo cual no es ni bueno ni malo, es natural; y sobre el segundo, solo decir que no es cierto, más allá de que Podemos es un partido de ámbito estatal; entre otras cosas, porque la autonomía de los territorios es muy grande. El problema que tenemos en la izquierda es que a veces solemos argumentar con diferencias políticas lo que son simples intereses individuales o de facción.

Democracia. El problema no son las diferencias políticas en absoluto. La mayor diferencia que tenemos es la diferente forma de entender la democracia. Podemos es diverso, aunque lo que nos diferencia es muchísimo menos que lo que tenemos en común. Y, además, esa diversidad es una necesidad si nos creemos en serio lo de cambiar a fondo esta sociedad para poner en el centro el bienestar de las personas y la sostenibilidad de todo tipo. Tenemos unos inmensos poderes enfrente y necesitamos unirnos cada vez más gentes diferentes; incluso con otros partidos y organizaciones, siempre que los objetivos lo permitan. ¿Cuál es la forma de gobernar esa diversidad en democracia? Pues debatir, tratar de llegar a consensos, y cuando no se pueda, que la mayoría decida. Pero, para que todo eso funcione de manera constructiva, tiene que haber unas reglas de juego (formas de decisión, criterios de funcionamiento y gestión de las discrepancias…) acordadas y respetadas por todas y todos. Esas reglas de juego las decide en Podemos la asamblea ciudadana. No respetarlas y consentir que cada cual haga lo que quiera introduce una deriva que lleva al caos y a la autodestrucción. Y eso es lo que ha estado pasando últimamente en algunos sectores de Podemos.

Defender el partido, defender el cambio. En una situación tan grave como esta, el primer objetivo es defender el partido de acuerdo a las decisiones que tomó la asamblea ciudadana. Sin un Podemos fuerte, coherente y democrático (en el sentido indicado), no es posible el cambio en Navarra. Por eso, no se pueden negociar expedientes, ni transigir derivas autodestructivas por permitir que cada cual haga lo que le dé la gana sin tener en cuenta órganos, documentos, códigos éticos… Y por eso, los parlamentarios y parlamentarias que se han rebelado frente al partido se han situado fuera de él, como ellos mismos lo han dicho públicamente. No se trata de un conflicto entre dos partes al mismo nivel, sino que es un grupo de personas que se han rebelado frente a un partido por aplicar sus reglas de juego. En una situación como esta, para garantizar el cambio, en el grupo parlamentario que proviene de Podemos hay que pactar mecanismos para que las partes confrontadas puedan funcionar bajo un mismo paraguas. Es posible si se quiere por ambas partes. Todos los días se llegan a acuerdos, tras rupturas, con el fin de garantizar intereses y objetivos comunes fundamentales.