2018 OTS. 15 GAURKOA Afrin, enemigo del odio Giovanni Giacopuzzi Historiador Afrin y la invasión del Ejército turco de Erdogan y de las milicias mercenarias fundamentalistas representan un paradigma del actual sistema mundial. Afrin es el cantón más occidental de la Federación Norte de Siria y también de la Rojava. Como los otros dos cantones de la federación (Kobane y Jazira) desde 2012 la vida social, económica, política y cultural se basa en el «confederalismo democrático», un proyecto político de convivencia entre las diversas culturas y de pluralismo religioso con un papel central de la mujer. Las instituciones son cogobernadas por una mujer y un hombre y, según la zona, también por representantes de los diversos componentes étnico-religiosos presentes. El proyecto, ambicioso y único en el área de Oriente Medio, con elementos más avanzados que las democracias occidentales, ha permitido a la población residente vivir alejada de «las guerras civiles sirias» que desde 2011 están destruyendo el país. Y esto ha sido posible por el proyecto político de «compartir lo que hay», de las riquezas naturales del territorio y de un pragmatismo político que ha sabido balancearse –hasta ahora– en las dinámicas fluidas de la geopolítica internacional. La Federación Norte de la Siria por su agricultura e industrias petroleras representa al día de hoy el 50% del PIB de Siria. Los cantones de Jazira y Kobane han sido históricamente el granero de Siria. Afrin es el territorio, sobre todo, de la producción de olivas y aceite, siendo Siria hasta el 2011 el cuarto productor el mundo. El aceite de Afrin y de las zonas de Aleppo, demarcación de la que Afrin forma parte en la subdivisión administrativa del régimen sirio, se mezcla también con el aceite español, siendo España el mayor productor de aceite al mundo. En 2016 las cooperativas de Afrin produjeron dos millones de litros de aceite vendido a bajo coste por el embargo al cual está sometida Afrin. «Sobrevivir sabiendo donde estamos» ha sido el lema promovido por la administración del cantón de Afrin que estaba separado de los otros dos cantones, desde Azaz hasta Jarablus, por la presencia de Estado islámico hasta agosto de 2016 cuando el Ejército turco a través de la Operación «Euphrate Shield» invadió este territorio para cortar el avance de las Fuerzas Democráticas Sirias que, después de la liberación de Mambij, en agosto de 2016, liberaron también Jarablus. Este territorio actualmente bajo administración política turca tiene por lo menos 65 pueblos de mayoría kurda. Pragmatismo pues por parte de Afrin que ha sido la zona menos afectada por la violencia de la guerra civil. Por eso ha sido destino de centenares de miles de prófugos que huían de la zonas de guerra desde Idlib, Azaz y Deir Ezzor. La población de Afrin se ha doblado en estos últimos tres años pasando de las 300.000-400.000 personas hasta 700.000-800.000. Los refugiados han sido atendidos con los pocos recursos de la administración de Afrin a causa del embargo. La aportación económica de Europa a Turquía por los refugiados choca con la nula asistencia, no obstante el tamaño de la acogida, a la administración de Afrin. Pragmatismo que se ha manifestado también en la gestión del territorio. La guerra había impedido a los estudiantes universitarios seguir en la Universidad de Aleppo. Así que la administración local pidió a universidades sirias y rusas abrir secciones destacadas en Afrin. El rechazo a esta propuesta provocó la creación de la Universidad de Afrin, abierta en junio de 2015. En el curso 2017-18 acogió a 525 estudiantes, en su mayoría mujeres, en las seis facultades que ofrece la universidad. Este proyecto ha sido la fuente de los problemas para el Gobierno turco del AKP de Erdogan. La intervención de Turquía en la guerra siria desde 2012, está condicionada por la existencia de la Rojava y de la Federación Norte de Siria, y tiene el objetivo de derrotar a este proyecto. Al mismo tiempo, esa dinámica tiene un alcance que va más allá de ese contexto: forma parte del juego de Erdogan y su proyecto expansionista en el área. El 6 de febrero Erdogan dijo que: «los turcos han sacrificado mucho en los últimos dos siglos, el territorio de 5 millones de km² bajo dominio otomano fue saqueado con engaños, tramas y reducido a 870.000 km². Pero el gigante dormido ha despertado». Represión despiadada y diplomacia internacional son características de esta estrategia. La financiación soporte de todas la facciones islamistas en la guerra siria desde el Isis, el sangriento tonto útil, hasta Aharar an Sham y Hay'at Tahrir al Sham (ex Al Qaeda-Al Nusra) las dos principales fuerzas salafistas anti Assad, con su métodos misóginos sangrientos, está en línea con los modos del Ejército turco, como ha demostrado en las destrucciones de la ciudades kurdas en Turquía en los años 2015-2016 o en la guerra contra el PKK. Al fin y al cabo las amistades de Erdogan confirman su visión del mundo, como Gulbudin Hektmayar, uno de los señores de la guerra afganos responsables de matanzas de civiles. Un video retrata a Erdogan en 1993 en Kabul a los pies de Hektmayar que ha dado, hasta nuestros días, el apoyo al presidente turco. En el marco diplomático, Erdogan se está moviendo en diversos frentes, cuidando los intereses económicos, personales y del Estado, alcanzando más poder, en especial en la industria militar. Turquía está invirtiendo en el sector del armamento, siendo hoy un país exportador. Actualmente el Ejército turco se abastece de la producción nacional en un 65%. La exportación armera turca ha llegado al volumen de negocios de 1,65 billones de dólares, tejiendo una red de la relaciones también diplomáticas a veces forzando la velocidad, en otras haciendo de mediador. Un ejemplo. Con Arabia Saudí mantiene una estrecha relación económica, cinco billones es el volumen de negocio en 2017, pero al mismo tiempo provoca tensiones a raíz de la alianza estratégica con Qatar, en donde tiene una base militar de diez mil hombres. Como es sabido, Qatar está bajo embargo de Arabia Saudí por su «realpolitik» con Irán. Esta expansión es una buena muestra del papel que quiere jugar la Turquía de Erdogan, balanceándose entre la «dialéctica» de EEUU y Rusia, y en las tensas relaciones del los países de Oriente Medio. Siendo miembro de la OTAN, paulatinamente ha interpretado que sus intereses no estaban garantizados y que el interés de Rusia para poner una grieta en esta alianza es un aval a su política. Así que desde el abatimiento del avión ruso por Turquía en la guerra siria en 2016 hasta el asesinato de embajador ruso en Ankara también en 2016, las cosas han cambiado. Turquía es hoy socio económico y militar de Rusia. En la guerra siria se ha adherido a la propuesta rusa de «mediación» con las conversaciones de Astaná, entre Rusia, Turquía e Irán, que han establecido cuatro áreas de «desescalada» en Siria. En el campo militar, compartiendo información y adquiriendo el sistema antimisil ruso S-400. En el campo económico a través de una serie de acuerdos, como la construcción del gasoducto Turkis Stream, 930 kilómetros, alcanzado en su realización el 60% por parte de la rusa Gazprom. Esa colaboración explica por qué el acuerdo «pragmático» de defensa estipulado entre el cantón de Afrin con Rusia en 2016 se ha desvanecido con la decisión de invasión turca del 20 de enero pasado. Afrin es también un estorbo para EEUU, que justifica su apoyo a las Fuerzas Democráticas Siria en los cantones de Jazira y Kobane por la lucha contra el Isis, pero no en Afrin en donde no hay Isis, y, en consecuencia, dejando mano libre a Erdogan. Cinismo estadounidense para cuidar, todavía, las relaciones con «el segundo Ejército de la OTAN». Los kurdos junto a los otros pueblos de Afrin parecen ser la victimas a sacrificar en los juegos entre las grandes potencias, que comparten con Erdogan el miedo a la democracia, a la justicia social, al pluralismo también de género, que Afrin y la Federación Norte de la Siria representan. El proyecto, ambicioso y único en el área de Oriente Medio, con elementos más avanzados que las democracias occidentales, ha permitido a la población residente vivir alejada de «las guerras civiles sirias» que desde 2011 están destruyendo el país