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DE REOJO

Anatema


Perdido en el asunto catalán que ha pasado de ser un oasis a convertirse en una sabana con demasiados depredadores, ahogado por las demagogias multidireccionales del asunto crucial y sustantivo de las pensiones, abrumado por la climatología, sin tener una noción clara de la situación de mis equipos futbolísticos preferentes en sus respectivas ligas, solamente me queda cometer un anatema de manera voluntaria. Y lo confieso por coherencia, ya que miro con detalle las estadísticas de audiencias y sé los que algunos de mis vecinos acostumbran a ver.

He dedicado varias horas de mi medicalizada vida a ver “Sálvame” porque hay un asunto que simulo que me interesa: las supuestas aventuras sexuales extramatrimoniales de Gustavo González. No está Jorge Javier Vázquez que, parece, renuncia a su pasado inmediato y quiere hacer una reconversión televisiva propia, privada, individualizada, pero sin perder el control, ni la soldada, bien gestionada, muy relevante. Es más, uno de los Matamoros, que también ha abandonado recientemente por alguna razón no conocida, declaró que «se están cargando Sálvame y como sigan así va a desaparecer». ¿Es un formato acabado? Ni idea.

El asunto es que ese Gustavo González es un miembro de la bancada, de los colaboradores que llevan años viviendo de la prensa del corazón en todas sus fórmulas. Un segundón con frase. Y ahora, supongo que por cuestiones crematísticas, es protagonista total. Y hace un papelón. Confesó una relación con María Lapiedra y le han salido supuestas relaciones por docenas. Un montaje asqueroso. Y llora, y cuestiona a sus compañeras y estas le gritan y lo ponen en evidencia. Es una mierda absoluta, un desorden moral y ético. Pero salvan la audiencia del programa sacrificando a colaboradores durante unas semanas. Anatema.