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ÓSCAR CAMPS
FUNDADOR Y DIRECTOR DE PROACTIVA OPEN ARMS

«Sahara y Mediterráneo son las auténticas cámaras de gas del siglo XXI»

El juez instructor de Ragusa, Giovanni Giampiccolo, ordenó ayer liberar el barco de la ONG catalana Proactiva Open Arms, inmovilizado de manera cautelar desde el 17 de marzo en Pozzalo (Sicilia), donde atracó para desembarcar a 216 inmigrantes. La Fiscalía investiga a tres activistas a los que acusa de asociación delictiva y de fomentar la inmigración ilegal.


¿Cómo han recibido la noticia?

Con alegría y optimismo, evidentemente. Pero con cautela, porque todavía no han retirado los cargos contra la jefa de misión Anabel Montes, el capitán Mark Reig y el coordinador de misiones Gerard Canals, a los que la Fiscalía de Ragusa abrió una investigación y acusa de asociación delictiva y de fomentar la inmigración ilegal.

La noticia llega el mismo día en el que el velero Astral zarpa hacia Malta para dar inicio a una nueva misión en la zona SAR (Search And Rescue), en aguas internacionales, frente a la costa libia. Dadas las circunstancias, ¿navega el Astral con alguna misión más allá de la propiamente humanitaria de salvar vidas?

Siempre. Además de rescatar migrantes a la deriva, denunciamos la realidad de la que huyen, y también evidenciamos la situación a la que nos enfrentamos las ONG en el Mediterráneo Central, donde se están practicando devoluciones en caliente coordinadas por Italia, y donde la supuesta Guardia Costera Libia no son más que grupos armados financiados, formados y dotados de barcos por la Unión Europea. Siempre llevamos periodistas a bordo, para que sean testigos y puedan dar fe de todo esto.

En reiteradas ocasiones han señalado que los cargos de los que se acusa a estos tres miembros no son más que el maquillaje jurídico de una intención claramente política. ¿Cuál es?

Fabrice Leggeri, director de Frontex, ya filtró en 2016 un informe interno a “The Financial Times” en el que aseguraba que las organizaciones humanitarias que operábamos en el mar éramos los taxis del Mediterráneo, un ‘pull factor’, responsables del efecto llamada que agudizaba esta crisis migratoria que los gobiernos no habían sido capaces de gestionar. Aquella campaña de desprestigio dio alas e impunidad a las iniciativas de extrema derecha, y nos afectó sobre todo a las organizaciones pequeñas y más dependientes de las donaciones. También entró en escena el mismo fiscal que ahora nos investiga asegurando que las ONG humanitarias trabajábamos financiadas por los traficantes e, incluso, por George Soros, y que nuestro objetivo era desestabilizar económicamente Italia llenándola de inmigrantes. Por muy ridículo que pueda sonar, por recelo, miedo o sospecha estas noticias tan alarmistas hicieron que la gente dudara y las donaciones cayeran. Así lograron que muchas ONG modestas se retiraran del Mediterráneo.

A esto los italianos le sumaron un ‘Código de Conducta’ vendido como un arduo trabajo parlamentario que pretendía poner orden en el mar, pero que no era más que la recopilación de unas normas que todas las ONG ya seguíamos en tanto en cuanto operábamos coordinadas con la Guardia Costera Italiana. El objetivo real era dividirnos, algunas ONG firmaron y otras no, algunas dejaron de actuar y, por lo tanto, pasamos de ser doce barcos a ser dos.

A lo largo de 43 misiones y más de 23.000 personas rescatadas y desembarcadas en Sicilia, han sido testigos de un cambio paulatino en el posicionamiento del Gobierno italiano, que ha pasado de colaborar con las ONG a delegar la coordinación de los rescates en la Guardia Costera Libia, incluso tratándose de aguas internacionales. ¿Por qué? ¿Por qué les investigan ahora y no antes?

Creo que Italia y Europa han empoderado progresivamente a Libia, reconociendo sorprendentemente credibilidad a un país convulso e inmerso en una guerra civil, donde tres grupos militares diferentes se autoproclaman como ejércitos legítimos, donde más de cien milicias controlan diferentes partes del territorio y donde no hay un único Gobierno sino, en todo caso, varios. El hecho de que la maquinaria mediática de la Unión Europea nos hable de negociaciones con el Gobierno de Trípoli o de la Guardia Costera Libia, o incluso de una pretendida zona SAR Libia que, por cierto, la Organización Marítima Internacional no reconoce, no responde sino al interés de Italia por frenar el flujo migratorio y evitar que más inmigrantes desembarquen en sus puertos.

Cuando habla de empoderamiento, habla también de dinero...

Claro. 280 millones de euros es la última cifra de la que tengo constancia; dinero que Italia ha pagado a Libia para que cierre su costa y retenga a miles de personas. Las ONG, por lo tanto, somos testigos incómodos de las condiciones de cautiverio, extorsión, tortura y violaciones de las que huyen los migrantes a los que la Unión Europea pretende frenar al otro lado del mar a golpe de talonario y financiando devoluciones en caliente. Pero África no es Siria; África es un continente entero, y es imposible echar atrás a tanta gente que huye de las guerras, de la pobreza extrema, del terrorismo, de la ablación... A pesar de que Italia apriete para bloquear las salidas por mar, los intentos de entrada en Libia a través del desierto no se han detenido. Los traficantes de personas siguen enriqueciéndose, el hecho de que no los veamos no significa que no salgan o que no naufraguen. Al mismo tiempo, miles de personas han sido abandonadas a su suerte en mitad del desierto, sin ningún testigo que lo denuncie. El Sahara y el Mediterráneo son las auténticas cámaras de gas del siglo XXI, del holocausto actual.

¿Mantiene en pie su intención de denunciar a Italia y a la propia Unión Europea ante el Tribunal de Derechos Humanos de la Haya?

Para ello necesitamos el apoyo de un Estado. Somos muy pequeños e insignificantes, pero aún así, por desgracia, este ataque jurídico hacia la organización ha abierto la caja de Pandora y ha dejado al descubierto toda una realidad que no se conocía y que ha alarmado a países, entidades y organizaciones que trabajan en la defensa de los derechos humanos al constatar que Europa, a través de Italia, está participando y coordinando acciones que son de extrema gravedad y que constituyen delitos flagrantes contra los derechos humanos.

¿Tienen en mente empezar a actuar en origen?

Sí, la solución desde luego no pasa por levantar fronteras, y tenemos muy presente que la acción humanitaria es un simple parche ante una crisis que, a su vez, es consecuencia directa de décadas de expolio y de intervenciones militares en todos estos países a los que ahora Europa no quiere mirar. Tampoco es cierto ni válido ese argumento tan recurrente de que aquí no caben y de que no hay empleo para todos. Precisamente, la mayoría de países europeos necesitan invertir su pirámide poblacional, necesitamos cientos de miles de personas jóvenes. Alemania, en 2014, era el país más viejo del mundo después de Japón. El Gobierno alemán declaró que necesitaba con urgencia un millón de ciudadanos jóvenes, y precisamente por eso entraron por Lesbos 700.000 personas pretendiendo llegar a Alemania. El efecto llamada lo efectuó la propia Angela Merkel. Italia se queja de que anualmente recibe más de 100.000 inmigrantes, pero es que de Italia emigran todos los años cerca de 250.000 italianos. En cualquier caso, consideramos importante que aquellos que huyen de países sobre todo subsaharianos sean conscientes de que Europa no es la panacea, y de que sólo un 0,01% de los que inician su periplo hacia Europa consigue llegar y triunfar; el resto malvive o sobrevive como pueden.

Citaba la importancia de la difusión mediática de la labor que realizan. ¿Cree que si en esta última misión hubiese habido a bordo periodistas de medios internacionales los hechos se hubieran desarrollado de otra manera?

Probablemente sí. Los periodistas de “Ara” hicieron un trabajo espectacular, pero es un medio catalán, local, y justamente en esta ocasión precisábamos que se contara a nivel internacional que los tripulantes de un barco con bandera española y trabajando en una situación de emergencia en aguas internacionales estaban siendo amenazados de muerte por una patrullera libia armada fuera de su jurisdicción y amparada por la Unión Europea. Fue muy grave, un acto de piratería, pero se ha hablado muy poco de esto. Si lo hubiera vivido y relatado en directo un redactor de la CNN, de Al-Jazeera o de la BBC, el impacto hubiera sido mucho mayor y puede que hubiera tenido un desenlace muy diferente.

Del mismo modo, puede que la reciente liberación de nuestro barco Open Arms se deba a la presión mediática que se ha ejercido estas semanas. Yo me moví del sofá de mi casa en 2015 y me planté en Lesbos porque un periodista hizo una foto al cuerpo sin vida de Aylan.