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JO PUNTUA

Los mercaderes


En las masivas protestas de los pensionistas en Bilbao y otras ciudades vascas, donde cualquier partido vería un problema, sobre todo cuando moviliza a su base electoral, el PNV vio una oportunidad. El juego jeltzale tiene más años que la orilla de la ría y se basa en cotizar su bisagra de Madrid para subastar las ganancias en Gasteiz.

Liso, llano y en la más clásica práctica del autonomismo setentayochista.

Todo apunta a que los de Aitor Esteban acabarán aprobando los presupuestos del PP y Ciudadanos a cambio de mejoras para los pensionistas que les abarrotaban las puertas del ayuntamiento cada lunes. Un apoyo a las cuentas que será el enésimo espaldarazo vasco a un Gobierno que actúa como el motor de la regresión democrática más importante de las últimas décadas en el Estado.

El PNV es consciente de qué está haciendo. No en vano, ellos mismos prometieron que no negociarían la ley económica mientras el 155, que sustrae las instituciones del autogobierno catalán por primera vez desde la dictadura, siga vigente. Pero, de nuevo, donde cualquier partido preocupado por los estándares democráticos vería un problema, Sabin Etxea vio una ventaja.

La destrucción de las garantías constitucionales al grito de «a por ellos» se ha convertido, para el PNV, en objeto de mercadeo. Así son los buenos tratantes: no hay mancha de barro que no pague la vaca gorda.

Erigiéndose como inoportunos representantes de la oposición al 155, el PNV consigue además encubrir que hace el negocio, precisamente, gracias a que el frente catalán está desarticulado, en la más policial de sus acepciones.

Pero todo eso es política, y es inútil hablar de política con los mercaderes. De lo que si entienden ellos es de negocio y, en este apartado, hay que decir que es difícil firmar una permuta peor.

Hasta el jubilado con la pensión más injusta entiende que el miserable aumento no merece la pena si lo que se entrega a cambio son los derechos y libertades por los que ha luchado toda la vida.