2018 API. 30 DE REOJO Consuelo Raimundo Fitero Estoy reflexionando sin fatiga sobre las relaciones de los programas de televisión y nosotros, no solo como consumidores, como un sumando en las audiencias, sino como individuos, ciudadanía en brote o masa en convulsión emocional fuera de control. ¿Qué buscamos cuando elegimos ver un programa de evasión, de entretenimiento o de pelea partidario incluso cuando recalamos en programas que coinciden en sus críticas o alabanzas con nuestra concepción del mundo, o se acerca bastante? Yo no podría dar una respuesta porque tengo muchas contestaciones, ya que depende del día, la hora y mis circunstancias, pero al Gran Wyoming un ciudadano le aclaró de manera visionaria su función: esa persona buscaba cada tarde-noche en “El Intermedio” consuelo. Repito: consuelo. Y tomo como mía esa noción. Al ver cómo destripan a los poderosos, cómo se ríen hasta el sarcasmo de jueces, políticos, banqueros y delincuentes en general, uno se siente representado, salvado, reivindicado, formando parte de un grupo. Pero claro no es otra cosa que algo placebo, por lo que al final es simplemente eso, un consuelo. No hay remedio, pero con esas críticas feroces nos sirve para sentirnos más equilibrados, menos cabreados, más reconocidos, menos solos. No hay acción, no cambia nada, pero pensamos durante unos minutos que es posible cambiar. Y al día siguiente los noticiarios nos vuelven a demostrar que vivimos en un mundo corrupto, abyecto, sin aparentes posibilidades de regeneración. Todo en un puente entre un verano pecoso y un inverno quejoso. Consolarse con la inteligencia puesta al servicio del humor no es mala medicina homeopática. Los cirujanos de la revolución están sin instrumental. Tendremos que buscar otra vez en los anarquistas clásicos algo más que consuelo: luz.