2018 MAI. 01 DE REOJO Tornos Raimundo Fitero Hay noticias que provocan un colapso en el discurrir de una persona medicalizada. Si te dicen que hay manifestaciones en Venecia contra la implantación de tornos para regular el número de turistas que coinciden en el tiempo y el espacio, solamente puedes recurrir a las comparaciones. He visto imágenes. He visto la infamia vestida de negocio turístico. Venecia se hunde, pero por las pisadas de millones de personas con cámaras de fotos incorporadas en su teléfono. Venecia, Bilbo, el Pagasarri, el casco viejo de Iruñea o las sonrisas encerradas en el Louvre no pueden ser parques temáticos donde consumir links y palomitas de maíz a granel. Son demasiado importantes como para tener una regulación mecánica de sus visitantes. No puede ser. Pero lo será. Cada hoja de un arbusto debe ser considerada como una obra de arte para cada habitante, que la contempla crecer desde que era una espora hasta que se convierte en esa sombra liberadora. Lo que hoy se conoce como un reto, turismofobia, será mañana una filosofía de vida integradora, una forma de entender el equilibrio de las personas con su ambiente, su sociedad, su territorio y sus vecinos. Tendrá el mismo rango que el feminismo o el ecologismo. La gentrificación es un acoso urbano, un abuso de clase, una tensión social que convierte barrios, ciudades, paisajes y países en material amontonado para prospectos de agencias de viaje. La presión turística en alquileres, en servicios, tiendas y restauración es una plaga infecciosa que deberá encontrar pronto una vacuna o se extinguirá con el propio producto que desean consumir las pléyades de seres humanos despersonalizados que siguen a un cartel por explanadas, basílicas o zonas de compras preparadas para esa ceremonia de la insonorización emocional. Tornos mentales.