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El diálogo nacional en Nicaragua comienza en un clima de acusaciones


El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, inauguró ayer el diálogo nacional que prometió para rebajar la tensión tras las peores protestas que ha sufrido en sus quince años de mandato, en un tenso clima que deja la duda sobre la continuidad de este diálogo.

Las protestas comenzaron por una reforma de la seguridad social pero crecieron rápidamente hasta convertirse en un rechazo al Gobierno sandinista. Más de 50 personas han muerto en enfrentamientos con la Policía y en saqueos.

El presidente recordó que «los muertos están de todos lados» e instó a los nicaragüenses a «no responder a la violencia con violencia, porque eso termina con guerra», y a plantear sus quejas en este diálogo, anunciando una agenda de cambios. Como contrapartida, pidió a los jóvenes que cesen las protestas y aseguró que la Policía tiene órdenes de «no disparar». Sin embargo, decenas de personas recibieron a Ortega y a su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo con gritos de «¡Asesinos!». En el interior del seminario donde se desarrolló el encuentro los representantes de los manifestantes mantuvieron el mismo tono de acusaciones y rechazaron cualquier propuesta porque respondieron a Ortega que «Ahora este es un diálogo para negociar tu salida». La Iglesia, mediadora pero que apoya a los manifestantes, dijo que «ha comenzado una revolución no armada».