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JO PUNTUA

Lobos


El macho siempre ha buscado mitos en los que fundar su ansias de dominación. Una de esas leyendas fundacionales afirma que la masculinidad tóxica es, en realidad, la “verdadera” masculinidad y que el comportamiento machista es el “natural”. Para apoyar este discurso biologista, esencialista y sexista es habitual encontrar comparaciones absurdas entre nuestro comportamiento y el de otras especies. Por eso a nadie le extraña que, de entre todos los nombres de este mundo, un grupo de violadores en serie decidiera llamarse “manada” y que uno de ellos llevara tatuado un lobo como símbolo.

No es más que un detalle, claro. Pero merece la pena detenerse en él para desmontar hasta el último grado de toxicidad del comportamiento de estos depredadores. Porque lo cierto es que el lobo no es el animal que los machos querrían que fuera. Su condición como enemigo de los pastores ha hecho que circularan sobre él todo tipo de leyendas y supersticiones, pero las observaciones más recientes demuestran que los lobos macho establecen liderazgos no agresivos, que cuidan de sus crías durante mucho más tiempo del normal entre mamíferos y que las hembras participan de ese liderazgo alfa tomando decisiones clave para el grupo sobre dónde establecerse o qué cazar.

La idea de comparar nuestro comportamiento con el de otros animales no deja de ser absurda, desde luego, pero si vamos a hacerlo, quizá no sea mala idea inspirarnos en el lobo. No por las razones de quienes se valían del grupo para favorecer su agresividad y esconder su miedo profundo a las mujeres, sino por su política de cuidados, por su liderazgo sin agresividad y por su capacidad de cooperación. Quizá tenían razón los aborígenes americanos cuando vieron en este animal a nuestro espíritu guía. Quizá necesitamos convertirnos en capitanas y tenientes de lobería para hacer de nosotras –y de este mundo– una versión mejor a la que dirigirnos todas juntas, en grupo o, tal y como se ha dicho en las calles, arrebatando la palabra a quienes la habían querido envenenar, en manada.