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JO PUNTUA

Derecho penal del amigo


La Manada y Altsasu, dos casos judiciales que han hecho temblar el zócalo de la sociedad navarra. Dos juicios que indignan, que congregan manifestaciones colosales. Dos escándalos que han puesto a los jueces en tela de juicio como nunca antes y ante sectores de la población que, por suerte para ellos, no conocen los tribunales de primera mano. Pero también, y esto sería conveniente entenderlo, dos situaciones que tienen unas causas contra las que el clima de opinión puede hacer poco en el medio plazo.

La justicia tiene sus propias dinámicas, un tempo más cercano al geológico que al político. A un Gobierno puedes tirarlo en una semana, una Constitución puede ser reformada en unos años. Cambiar la Justicia, modernizar sus visiones, introducir cultura de género o decolonial, decantar entre magistrados fanáticos y profesionales del derecho comprometidos es una tarea de generaciones. Algunos países no lo logran nunca y, el resto, solo parcialmente.

Es tan importante alzar la voz como evitar que el movimiento generado se frustre esperando unos cambios que no llegaran. Ahora apenas podemos aspirar a que comiencen a verse las fallas a las que apuntan los casos como el de la Manada y el de Altsasu, mirando los puntos comunes, pero sobre todo, en lo que son diferentes. Porque lo más llamativo de poner estos dos casos juntos es que es obvio que la forma en la que se han juzgado a esos dos grupos de acusados son contrarias.

A los ocho condenados de Altsasu se les juzgo en una de las versiones más evidentes del derecho penal del enemigo, que el jurista Günther Jakobs definió como aquel que no castiga por los hechos probados sino por la peligrosidad que se le confiere al castigado. ¿Qué ha ocurrido entonces con la Manada? Pues que se les ha juzgado no por los hechos probados, sino porque se ve peligroso castigar estos comportamientos como merecen. Por eso la condena relata una violación pero no la castiga como tal.

Derecho penal del enemigo o del amigo, dependiendo de quién está en el banquillo de los acusados y quién es la acusación. Y una dinámica de poder que une a una justicia que mantiene estamentos a los que la democratización no les tocó ni de refilón con un cuerpo policial que ídem.