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JO PUNTUA

Le llaman fascismo y lo es


Con la Constitución todo; fuera de ella, nada», declara la flamante ministra de Defensa Margarita Robles parodiando la célebre máxima de Fidel Castro cuando decía, en los albores de la Revolución cubana, que «con la revolución todo; contra ella, nada». A los melifluos amantes de la equidistancia, a los que jamás han movido un dedo por nada que no sea medrar, les viene bien para insacular a una contrarrevolucionaria pendiente del «look» de un revolucionario barbudo.

«Por encima de la política está el servicio público a España», dice la mayestática portavoz del Gobierno Isabel Celaá. Lo mismo que manifestaba el fundador de Falange José Antonio Primo de Rivera. ¿Alguna diferencia? No la veo.

Y no la veo porque, desde que el olvidado Torcuato Fernández Miranda, factótum, entre otros, de la irrisoria «Transición», dijera aquello tan escolástico de «de la ley (franquista) a la ley (‘democrática’)», manda la reina de “Alicia en el País de las Maravillas”: «primero la sentencia, luego el juicio». En eso –y no otra cosa– consiste la quintaesencia de la frase de Robles: en el dantesco «abandonad toda esperanza» dirigido, esta vez, al movimiento nacional-democrático y popular catalán: fascismo «institucionalizado», que suena más feble y desleído.

Y es que, siempre que salen los diapasones de las piedras de toque que caracterizan un régimen político, sale a relucir el carácter fascista del monarco-fascio español: unidad e integridad del Estado (español), la razón de Estado (Catalunya, Nafarroa...), etc. Vencedores y vencidos, aunque saquen la pestilente osamenta del dictador de Cuelgamuros (en vez de demoler ese oprobio si hubiera un adarme mínimo de respeto por la memoria histórica).

Lo que no puede ser es que se declare la República Independiente de Catalunya y se desbarate mediante la aplicación de un artículo –el 155– de la Constitución española.

¿Cómo se llama eso?