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El baile de la deuda


Pronto se cumplirán diez años de la caída de Lehman Brothers, acontecimiento que se señaló como el comienzo de la actual crisis. En realidad, la crisis empezó un año antes y con esa quiebra el problema simplemente se hizo visible.

Si ha habido una idea que se ha machacado estos diez años ha sido la de la austeridad: era necesario apretarse el cinturón para que la deuda no creciera sin control. Sin embargo, cuando estalla una crisis el problema no son las nuevas deudas –nadie se atreve a prestar dinero–, sino cómo devolver las que ya se han contraído. Esas son las que pesan y las que terminan llevando a la bancarrota a las familias, a las empresas y, como todo está interrelacionado, al final también a los bancos. La clave suele ser limpiar el balance, amortizar las deudas.

Las estadísticas del Banco de España muestran que entre 2010 y 2017 la deuda de las empresas ha pasado de 1,26 billones de euros a 0,91 billones (un 28% menos) y la de las familias ha pasado de 0,91 a 0,71 (un 21% menos). Pero, mientras las empresas terminaron el saneamiento en 2016 las familias todavía siguen.

En este contexto, resulta a primera vista paradójico que la deuda del Estado no haya hecho más que crecer, pasando de 0,72 hasta 1,51 billones (más del doble). Tanta política de austeridad... y la Administración ha duplicado la deuda.

El quid está en que, mientras las familias compensan sus deudas perdiendo sus bienes –los desahucios todavía continúan–, las empresas se las ingenian para pasarle esa deuda al Estado: ahí están como ejemplo los rescates a las autopistas o a la banca. Como siempre, las deudas de los pobres son eternas; las de los ricos, ya tal...