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JO PUNTUA

Golpe a golpe


Estuve en Venezuela hace ya muchos años, Fuimos de viaje de bodas invitados por mis suegros que entonces vivían y trabajaban allí y nos obsequiaron con un bonito recorrido por diferentes lugares, desde Maracaibo con aquel mar lleno de pozos de petróleo hasta las esplendidas playas de la Bahía de Cata, o de la isla Margarita, entonces muy poco explotada y repleta de deliciosas ostras a increíbles precios.

Recuerdo que había ganado sus primeras elecciones Carlos Andrés Pérez y como no había boletín oficial, las leyes se publicaban en el periódico de mayor tirada, que era “El Universal”. Era tal la diarrea legislativa del nuevo gobierno que el diario, por su grosor, más que tal, parecía el listín de teléfonos de una gran ciudad.

Entre las nuevas normas publicadas había una que ordenaba la clausura de los retretes de las gasolineras que no estuvieran en condiciones de salubridad. La medida trajo como consecuencia el cierre de muchos baños, por lo que el personal se veía obligado a hacer sus necesidades a la puerta del WC clausurado. Unida esta circunstancia al calor y la humedad tropicales, excuso contar las consecuencias de la decisión política pretendidamente higienista. Efecto boomerang.

Dicen ahora que la sociedad venezolana está dividida. Entonces también. En las grandes avenidas de Caracas esa división era patente entre los grandes rascacielos con sus tiendas de ropa italiana y francesa de súper lujo y los barrios de ranchitos que crecían anárquicamente y sin urbanización en la falda de la montaña de enfrente. Y luego, las quintas para millonarios con sus guachimanes armados. Igual que ahora. Los de los ranchitos apoyan la revolución bolivariana, los de la acera de enfrente a los Yankees y a sus títeres.

Meses antes se había producido el golpe de Estado en Chile, precedido por la huelga patronal del transporte y la guerra económica del desabastecimiento y el caos para enfrentar al pueblo con el Gobierno legitimo. Como ahora en Venezuela. Pasan los años, pero el capitalismo salvaje sigue como siempre: golpe a golpe.