2019 OTS. 16 JO PUNTUA El piscinazo de Pedro Sánchez Arturo Puente Periodista Para cualquier parlamento es un lujo contar con diputados como el portavoz del PNV, Aitor Esteban. Más allá de las posiciones que defienda, siempre las sostiene con indiscutibles dotes de oratoria y claridad de ideas. Esta semana el jeltzale acusó a las derechas de «hacer un piscinazo» sobre del diálogo del Gobierno con la Generalitat. «Estilo Neymar», dijo, «para gritar penalti». Una metáfora sencilla pero que describe una época. La nueva derecha española se ha abonado a la política del piscinazo. La práctica es clara: se trata de hacer suficientes aspavientos ante cualquier supuesto agravio que, si no fuera porque gritan tanto, nadie diría que se ha cometido. Es la táctica de la victimización del agresor, el truco más viejo de la extrema derecha camuflada. Es el supremacista blanco diciendo que a él lo discriminan los negros, o el mismo esquema que se encuentra tras la afirmación de que hace falta un día del orgullo heterosexual. El piscinazo ha hecho tanta fortuna en Catalunya que se ha convertido en una omnipresente melodía de fondo. Con alegría (y un puntito de negacionismo) Rivera dice que a su madre le pintan el negocio con lazos amarillos «como hacían los nazis a los judíos», mientras Casado explica que a la Policía Nacional y la Guardia Civil las «apalean» los independentistas. En realidad, toda la reacción al procés, incluido el juicio por rebelión, es poco más que sobrerreacción, un piscinazo superlativo. Siendo una imagen tan afortunada para describir el momento político, es una lástima que Esteban no viera que precisamente los presupuestos del PSOE, que él votó favorablemente el miércoles pasado, eran solo otro piscinazo, esta vez de Pedro Sánchez. El Gobierno ha decidido ir a elecciones antes que afrontar un diálogo con el independentismo catalán. Elige eso, asustado por la derecha piscinera y sabiendo que, con el rechazo de las cuentas, al menos podrá quitarse el sambenito exhibiendo el agravio de los catalanes. Perdida esta oportunidad, ojalá eso le sirva al menos para conseguir algún voto de la derecha. Pero penalti no era. La práctica es clara: se trata de hacer suficientes aspavientos ante cualquier supuesto agravio que, si no fuera porque gritan tanto, nadie diría que se ha cometido