2019 MAR. 05 DE REOJO Señor Raimundo Fitero La muerte del actor, director y presentador catalán Martí Galindo con ochenta y un años nos devuelve a un tiempo en donde las segundas, terceras o quintas oportunidades siempre forman parte de una carrera profesional, no de una casualidad, un concurso o una circunstancia extraña a la inteligencia. Se trata de una persona singular, pues en un momento se dio cuenta que, por una extraña circunstancia genética no iba a crecer más, pero eso le daba un plus, ya que su piel seguía también el mismo destino, no envejecía. Su capacidad intelectual se desarrolló de acuerdo con su edad real. Por lo tanto, era un hombre en el cuerpo de un niño. Y eso le proporcionó oportunidades para actuar en obras de teatro, radio, televisión, haciendo justamente de niño. Y su carrera en este campo es abultada, muy importante. Pues tras muchos años siendo alguien de una importancia manifiesta en el teatro catalán, tanto de actor, como de director o de regidor, tuvo que ser un programa de televisión, “Crónicas marcianas” quien le diera fama y dinero. Ganó bastante más dinero en esos últimos años televisivos, junto a Xavier Sardá, como maestro de ceremonias, haciendo de “El señor Galindo”, que en cincuenta años anteriores. Y cuando acabó el programa nocturno, acabó la vida pública de Martí, aunque siguió con sus aficiones ancestrales: la ópera, la zarzuela, la música clásica. Era un melómano. Había leído mucho, era una enciclopedia teatral, especialmente en catalán. Hoy, en su obituario nos vienen muchos recuerdos, personales incluso, yo trabajé hace muchos años con él, su carácter, nada sencillo. Y sirve de metáfora televisiva. De la perseverancia y el estudio hasta el fin del aliento, la vocación y la profesionalidad por encima de toda circunstancia en contra. Este señor era, en este sentido y otros, un ejemplo.