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Derechos fantasma


El discurso en defensa de los derechos humanos resulta imprescindible ante la falta de humanidad que desata el neoliberalismo. Sin embargo, su mensaje es tan etéreo y poco concreto que, en el fondo, no dice nada que incomode a las políticas y gobiernos que los vulneran de forma sistemática. De esa manera, la denuncia social de muchas injusticias se ha convertido en una advertencia políticamente correcta, que apenas cuestiona la causa final de las innumerables violaciones de derechos humanos. En defensa del derecho a la vivienda, el Parlamento Vasco ha solicitado a la Iglesia que deje en «manos de la administración pública» las viviendas vacías que ha recibido de herencias y donaciones. El destino de estos pisos sería «satisfacer las necesidades de vivienda» (nunca el derecho) de los «colectivos desfavorecidos». Como siempre, la hipocresía de los que gobiernan con talante neoliberal se descubre en la práctica. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Gasteiz va a demoler varios bloques de viviendas de su propiedad, vacíos desde hace años por cuestiones de «seguridad» y para evitar que sean ocupados. Parece ser que para la Iglesia y ciertas administraciones públicas el derecho a la vivienda es un derecho fantasma, algo así como una ensoñación momentánea de la propiedad privada.