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EDITORIALA

Terribles Manadas, temible Justicia


Un escalofrío recorrió a cualquier persona de bien cuando la violación perpetrada en Sanfermines de 2016 por la llamada Manada salió a la luz pública y se fue llenando de detalles. La reacción fue ejemplar, tanto en el nivel policial como en la calle. Era todo tan horrendo que parecía marcar un antes y un después contra la «cultura de la violación». Por eso resulta descorazonador que, tres años después, las denuncias de agresiones sexuales múltiples no solo no hayan desaparecido, sino que parezcan proliferar en un contexto que apunta casi a efecto contagio. El propio nombre que se dio ese grupo de criminales machistas se ha banalizado: La Manada de Collado, de Alicante, de Sabadell... y ahora también La Manada de Bilbo.

Tres jóvenes fueron juzgados ayer con peticiones de casi 80 años de cárcel, acusados de violación multiple en Santutxu en 2017. Sí, fue después de la de Iruñea, medio año después. Este caso no había alcanzado notoriedad hasta ahora, entre otras cosas porque las detenciones fueron un mes después de la denuncia y no de inmediato. Parece acertado haber blindado el proceso guardando la confidencialidad, lo que supone de paso un protección imprescindible para la víctima (en Iruñea el colmo de los colmos fue que su identidad quedara en riesgo por un fallo del Juzgado). Aunque entre medio en Bilbo no han faltado decisiones judiciales sorprendentes visto el rasero en otros casos, como excarcelar a los imputados durante un tiempo antes de juicio, que también recuerda a lo de Iruñea.

Pero el detalle más elocuente es que una de las jueces del caso de Bilbo se haya visto en la necesidad de firmar una carta dirigida a la víctima en la que rechaza la sentencia de Iruñea por reducir a «abuso» una violación. Estas Manadas muestran lo terriblemente enraizado de la violencia machista, y a la Justicia le toca combatirla; que acabe siendo temible para las propias mujeres muestra que no es parte de la solución, sino parte del problema.