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JOPUNTUA

Escribir es fácil


Hay trabajos muy duros en este mundo. Hay gente que entra en el corazón latiente de un ser humano con un bisturí y luego tiene que salir a decirle a su familia lo que ha ocurrido en el quirófano. Hay personas que se suben a alturas vertiginosas para trabajar, que entran a edificios en llamas, bajan a profundidades submarinas o sacan carbón de una mina. Sé que suena casi a demagogia pero hay gente que va a trabajar y no vuelve. Gente cuyo trabajo requiere tanto más coraje del que tengo yo que no sé de dónde lo sacan.

Hay trabajos que te ponen en el vértigo de la experiencia humana, que te obligan a viajar a zonas de guerra, en los que se esperan de ti cualidades admirables o capacidades casi sobrehumanas. Escribir no es uno de ellos.

Si te gusta hacerlo, como es mi caso, apenas parece un trabajo. Requiere una serie de capacidades tan básicas que se aprenden en la escuela primaria. De hecho, miramos gravemente y por encima del hombro a aquellos países en los que no todo el mundo tiene la posibilidad de aprender a escribir.

Es fácil. De verdad. Pones una palabra detrás otra y mira, una frase. Ni siquiera tiene que ser verdad. Escribir “soy negra” me cuesta, literalmente, el mismo esfuerzo que escribir “soy blanca”. Son solo palabras. Pones una frase detrás de otra y mira, un texto. Y con textos suficientes uno puede hacer carrera en la literatura, en el periodismo, en la política o donde quiera. Lo digo porque de vez en cuando se oye a un escritor o a un periodista o a muchos quejarse de que escribir es difícil. Y no lo es. Pero debería.

Debería ser muy difícil. Deberíamos vivir en un mundo en el que cada cosa que escribimos en casa nos pasa factura en la calle. Deberíamos decir solo la verdad y pagar por nuestras mentiras. Deberíamos sudar al escribir pensando en cómo sentará cada palabra a quienes nos lean. Deberíamos pasar miedo y escribir con coraje. Deberíamos dimitir por honestidad y callar por responsabilidad. Deberíamos escribir peligrosamente o no escribir.