2019 UZT. 16 JOPUNTUA París blues Belén Martínez Analista social Chalecos negros» ocupan el Panteón de París exigiendo la regularización de las personas «sin papeles». El desalojo policial no impide que, por un día, la «negritud» anticolonial y la abolición de la esclavitud sean revisitadas y dignamente celebradas en el sanctasanctórum de la patria agradecida que rinde homenaje «a los grandes hombres». Algunos de los participantes fueron conducidos a centros de retención administrativa, por infracción de la legislación de extranjería. Advierten: si los deportan, bloquearán los aviones. Las movilizaciones se iniciaron el pasado mes de noviembre: frente a Geodis, filial privatizada de la SNCF, junto con los «chalecos amarillos» y la CGT, entre otros; delante de Elior Services (limpieza), por contratar a «sin papeles», sin declarar; frente a la Prefectura de la Policía de París, para reivindicar su regularización. También ocuparon la terminal 2F de Roissy, para denunciar la colaboración de Air France en las expulsiones (eufemismo de deportación). Se han convertido en centinelas de la libertad contra las violencias policiales y las prácticas racistas. Algunos «sin papeles» llevan más de una década viviendo en el Estado francés. Si no miramos hacia otro lado, los podremos ver en las numerosas obras de Île-de France, con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos de París, en 2024; en las cocinas de los restaurantes; limpiando las calles y los escasísimos baños públicos que permanecen en pie; en la seguridad privada. La historia se repite bajo la forma de farsa, decía Marx a propósito de Louis Napoleón Bonaparte. El yugo no es más dulce hoy que en tiempos de Aimé Césaire, y Toussaint Louverture. Lo que ha cambiado es el fatalismo y el cinismo que nos embarga ante un sistema capitalista proteico en el que se promueven tipos pecuniarios de relaciones humanas. Francia convirtió en emblemática la «fraternidad», inscribiéndola en su Constitución y en el frontispicio de los edificios públicos. Sin embargo, considera delito la solidaridad y la sororidad con las personas «sin papeles». El yugo no es más dulce hoy que en tiempos de Aimé Césaire, y Toussaint Louverture. Lo que ha cambiado es el fatalismo y el cinismo que nos embarga ante un sistema capitalista proteico en el que se promueven tipos pecuniarios de relaciones humanas